Silvina Mercadal (Córdoba), La cautiva, alucina, Borde Perdido Editora, Córdoba, 2016.
El desierto abierto cerca
visión entera de cautiva 
la cautiva alucina  
una tribu errante avanza
el horizonte espejea 
su enormidad serpentina
envuelta en tules ambarinos
el desierto callado avanza 
rústicas especies contemplan
del vacío maravillas 
el águila real, raras maras, 
dúctiles ñandúes, arúspices,
gavillas. El suelo tiembla
bajo arrogante potro
envuelto en polvo
porta aguda lanza, 
y avanza. 
La noche decapitada cae.
En el oscuro esplendor    
llanura de hogueras
arracima agudas lanzas
cabezas humanas 
goce del bando
trofeo salvaje.
A veces la tribu mueve 
armonías del viento, 
silbante luz retorna. 
La cabeza 
de colibrí cautiva. 
La cabeza de culebra
colibrí.  
En el aura nimbada
de la tarde, las bestias
cegadas dormitan   
refinados corceles
de crines ondulantes 
celan la cautiva.
A ella trepa 
flor del espejo
fría filigrana 
capullo mortífero
la retuvo lejos 
lejos de totoras
y juncos.
El vértigo de fogatas 
envuelve a la tribu.
Los cuerpos brillantes
sueltan de lumbre
sombras agitadas 
perseguida luz 
crin asombrada  
fuga irisada  
sin esperar, sin temer 
desierto ávido 
de trote.
La afilada lanza hiende 
precisa preciocísima piel 
oleaje dulce en esteras
incendiadas. Y vibrantes
visiones despierta.
La serpiente de máscara 
negra, potencia del vacío
atraviesa mudable
desierto del viento 
incesante.
De furor inalterable
la presa estima su vida 
toda presa vale el goce
apetecida, saboreada, 
sorbidos los líquidos
hasta el derrumbe.
La lumbre prepara
suave carne, cautiva 
de morosa sangre
pueril, amorosa
roja sangre.  

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