sábado, 11 de julio de 2015

Alicia Pastore



Alicia Pastore (CABA), Enhebrados, La Luna Que, Buenos Aires, 2015.
















lluvia
 
al fin la lluvia
tiende  el manto
para el descanso


barre el suave contacto
de un cabello
fino y blanco


aquí
duerme el desvelo


si alguna voz
derrapara en la oquedad...
pero no,


los pájaros apenas
exhalan su vigilia


cae el agua
y mientras
el desprendimiento
de la espuma
disimula


los ruidos de la calle







sustancia
 
sustancia de llama
y clausura


la penumbra
olisquea en la ruta
donde han caído
máscaras, escudos,
injurias
y otras pertenencias


el silencio nombra
y  parte
hacia un exilio vasto


-el recóndito deseo
ha quedado
exánime


sin embargo


/perdura su luz-
aún no es
tiempo de desguace/







desguace
 
está cerca,
vigila con su haz
de arbitrariedades


no reconoce
rostros antiguos,
ni atisbo de
generosidad


abre estrías nuevas,


es la mano
del anfitrión
indicando el estuario
donde coros afectuosos
reciben
al nuevo huésped







huésped
 
burla el acecho


las lámparas
suben
hasta lo más alto
de la nave


atraviesan
membranas deplorables,
intimidan
desde el rezo,
embaucan
desde la caricia,
suspenden estertores


surtidores de deseo
emergen envueltos
en disfraces solemnes,
sueldan bordes
incompatibles,
casuales


el huésped
se acomoda
al soplo
de su hambre




[...]




al fin la lluvia
es el descanso


deja oir su caída
tintineante,
ahoga los ruidos
de la calle


el mundo
es un viejo ardid
aprendido
en la infancia,


y ahora
desaparece







desaparece… 

…el mundo

la incontinencia
de deseo


el deseo de tomar
al otro,
lo del otro,
el otro


no el huésped







el huésped 

ve las lámparas

como si fuera un hilo
enhebra lentamente
su pesada herrumbre
al ojo de una aguja,


crece el latido
de la lluvia,
en su vuelco inminente
arrastra
una fina presunción


y la aguja,,,




 













miércoles, 8 de julio de 2015

Carolina Giollo



Carolina Giollo (Haedo, Buenos Aires/CABA), La resistencia de la luna, Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2015.


























Trampa

Y para cocinar un jabalí
tomarlo de su cola,
no basta
arrastrarlo por la arena,
no alcanza
coserle los colmillos,
no sirve
Hay que tener abierto
el ojo de vidrio morado
Saber quién tiene
el fuego escondido,
cuánto vale un pedazo nocturno
en el lecho de piedra.
Al río hay
que tirar las monedas
y dejar las letras de todas las pirañas
 viajan los peces de cristal e hilo
las fauces se abren y arrastran
treinta veces más ganas
que un último verso.
Esto
no se parece en nada a la libertad
es apenas un guiño,
un esbozo de la idea,
pero funciona:
me he transformado
en un túnel de anfibios.











Alebrijes

Ahora estoy mirando
los ojos
de un jaguar de madera,
bajo el encanto de los alebrijes,
viviendo el mismo tiempo
de todas las criaturas.








  










viernes, 3 de julio de 2015

Mauro Quesada



Mauro Quesada (Haedo, Buenos Aires), Fiebre, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2014.





















el canto de un grillo
corrompe para siempre
esta frágil certidumbre
y ya no hay lluvias ni ritos
que puedan penetrar
en la suave espesura
de estos deseos que queman












la remera de la noche anterior 
que yace hecha un bollo
en el piso 
oliendo a humo
de cigarrillo y a transpiración
nos puede dar
asco
pero también
tener el aroma sorprendente
de las cosas que 
nunca se olvidan















ramos mejía un domingo
a las 10 de la mañana 
gaona desierta
y las panaderías llenas
los únicos
sobrevivientes de la noche son
una pareja besándose en una esquina
un borracho durmiendo
en la puerta de un edificio
y las veredas repletas de bolsas
negras y millones
de botellas

las persianas bajas de los bares
y la claridad furiosa
avisan que al menos por unos días 
todo se terminó


















  

jueves, 2 de julio de 2015

Julián de la Torre




Julián de la Torre (Buenos Aires), La tierra solar, edición de autor, Buenos Aires, 2014.























Ícaro

 Abajo, 
precipitándose sobre leche materna 
dando vueltas sobre sí misma, la tierra, 
abierta como una flor que pende del cielo 
fruto entre las olas, centro del mundo 
y alrededor 
un resplandor de caballo, una explosión 
de soles, un río 
que se extiende más allá de su lecho 
y suelta sus cadenas. 
¿No siento miedo mientras caigo? 
El viento golpea con furia mis alas, 
caeré al océano. 
Antes, alcanzo a preguntar: 
¿A dónde habrá ido tanta tierra?








Arte poética



 
Como el irrumpir de la luz
o una fruta que cae 
por espacios levemente abiertos 
un nombre hay, un aleteo impreciso 
un resonar de objetos 
constante, rodeándome 
buscando otra vez su centro 
mientras pasan, incesantes 
las horas sobre las piedras. 
















lunes, 29 de junio de 2015

Luciana Jazmín Coronado



Luciana Jazmín Coronado (CABA), La insolación, Viajero Insomne, Buenos Aires, 2014.
















Depara

el mar se absorbe
en papel secante
¿quién me lleva?


qué es lo que trae
el revuelo de punto a punto
de casa a ruedas a lugar a extraño a oxígeno


con manos lúcidas
desvalijo en un punto ignorante


traerá
qué me traerá
salir de la colmena









Pertenencia

No se trata de dejar caer, sino de caer con eso que se deja.
El mar se funde en el cuerpo como una pestaña en una foto blanco y negro.
La nada se ofrece como un niño ofrecería un caramelo.
Soy la terminal.








Algo desprovisto

el mar es un telar de invierno en los huesos
las caricias, una placa de jardines viejos


lo nuevo está después del mar:
una selva poderosa
con las hojas en un hilo de recuerdos


tiendo trampas para volver a tocarte:
una esquina
una salida después del oro
un espejo que me herede como esto que soy
algo desprovisto