Algo de la poesía publicada recientemente en la Argentina.
miércoles, 9 de septiembre de 2015
Cristian Riccieri
Cristian Riccieri (Buenos Aires), La pata de un pajarito, Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2014.
Colaboración de Jorge Santkovsky.
Los días han desmayado,
ha llegado el tiempo
de que los ojos vuelvan
la espalda al mundo.
Viajo a través del silencio
que ignora la palabra.
He olvidado algo,
he devorado algo dentro de mí
que me lo impide.
Niños-monstruos
Hacer un poema de la infancia
no es ordenar una palabra acá
y otra allá, es haberse destacado
en la galería de terror del barrio,
declarar un amor ante el círculo sarcástico,
es haber puesto el cuerpo y el alma que no espira,
es haber sufrido la complicidad de mediocres e idiotas,
es haber notado que se escapa la tortuga con tu nombre
ante la disciplinada fila escolar.
Encantadores niños-monstruos,
tan condenados, tan abominables
que la muerte muere en ella misma
para no trabajar con ellos.
Volví al antiguo rito:
Junté las palmas de mis manos
y las ahuequé tratando de formar una cueva.
En el espacio que distaba entre ambas,
apoyé mi oreja y escuché grabaciones
incesantes del mar escaparse de mis manos.
martes, 8 de septiembre de 2015
Rita González Hesaynes
Rita González Hesaynes (Azul, Buenos Aires/CABA), ¡oh mitocondria!, Añozluz, Buenos Aires, 2015.
embriología
Bajo lentes de aumento
los embriones de galaxias posibles
y los universitos tiemblan y se encienden
No será posible incubarlos a todos
se perderán continentes magníficos
con su flora carnívora y sus topografías promisorias
arquitecturas conscientes de carbono
atmósferas multicolores patinando
en los estadios helados del espacio
No hay escapatoria ante las extinciones
todo será tragado por las estrellas
o el vacío
Los embriones vencidos se desploman
en las estepas de hidrógeno incendiario
se propagan como el moho y las hormigas
a través de los bronquios y las tristes aurículas
La visión inhumana se disuelve y nos enfrenta
a nuestra propia imagen Los espejos
odian a los embriones
Los espejos no tienen otra meta
que devolvernos al imperio de las cosas
en el laboratorio
Dice el biólogo:
El microscopio me acerca al paramecio
las algas azulverdes
una comunidad entera de bacterias
que en la placa de Petri saludan a mi ojo.
Dice el protozoo con su voz silenciosa:
Por el microscopio veo, pequeñísimo
un disco que se abre y se cierra
que me contempla y acaso me comprenda
como un hermano separado al nacer
a quien reencuentro tantas eras después
tantas mitosis.
las especies migratorias
Yo conozco esa forma de apoyarse en el aire
de perderse entre edificios
Nos hemos cruzado alternativamente
en sueños recurrentes, en comparaciones
Te reconocería debajo de los puentes
al filo de la lluvia, de la rabia, de los santos estigmas
Te reconocería en cada una de mis marcas
en cada ejemplar de mis cuervos de caza
Detrás de cada boca que toco o desdibujo tu tristeza me aguarda
detrás de los estantes polvorientos proliferan tus nombres
Estás encadenado a todas mis quimeras
a todas las versiones de mi obsesión suprema
Como las especies migratorias
tu belleza proviene de países extraños
tu exobelleza meridiana
tu exosilencio que se duerme a mi costado
que despierta sujeto a mi pelo de vislumbrarte
de resquebrajarte
de que seas símbolo y nada más que símbolo
A veces coincidís con mi cuerpo incendiario
con la pendulación de mis deseos
Tu escasez me conmueve
tu inmanencia
los vasos comunicantes que nos delimitan
el contemplarte en medio de tanto desamparo
y nuestra sombra única que revolotea en torno a los eclipses y sonríe.
descubrimiento
he descubierto algo que me aterra:
no dejo de nacer
me abro y desgajo como una flor de loto
como una colonia de termitas
o la humanidad que siempre se reinventa
tengo miedo de no poder morir, escribo
he nacido tantas veces que nadie me conoce
mis hermanos sollozan en torno a mis espaldas
mientras yo me disperso para verme
domingo, 6 de septiembre de 2015
Vanna Andreini
Vanna Andreini (Italia/CABA), Salud familiar, El Ojo del Mármol, Buenos Aires, 2015.
De "En marcha"
I
Continuo y
persistente
el zumbido de los
motores
impide mi hilvanar
recuerdos
cada semáforo
una pequeña multitud
se acerca a nosotros
minúsculo cortejo
fúnebre
devorados
por el terco rugir
del tránsito
metropolitano
rojo todavía rojo
sin compasión
mueven al arranque
embrage 1º y va 2º
el andar ritmado
conduce la marcha
de la palabra antigua
Riposa in pace
Riposa in pace.
VIII
Y cada tanto íbamos
vos nosotras
hacia tu amado
arreglábamos las
flores
limpiabas la foto
nos pedías que le habláramos
eran pasillos
infinitos
blancos de tanta luz
inundados de
diminutas fotos
de flores sin perfume
como en un tren de
pequeños
vagones
pasábamos corriendo
nos reíamos de los
nombres
y luego
nos hacías callar
la paz
no sonríe como niño
calla y soporta
como adulto.
XIV
Te vi serena
ante la inminencia
de esa tapa oscura
sentí tu voz
antes del último
clavo
sobre ti
sobrevolando mi
cuerpo
entero
ese día
acostada
tomabas mi mano
miles las agujas
en tu cabeza
entera
me sonreías
vernos y no desbordar
en el dolor
allagare:
hacer lago
de lágrimas.
XIX
Nuestros respirares
en guerra
ocupan
los metros cúbicos de
este aire
enemigos comunes
nos disputamos los olvidos
a enterrar.
XXVIII
En mí
se apilan
bellas muertes:
paisajes verdes
cortejos fúnebres
recorriendo a paso de
hombre
la imagen distanciada
del dolor
sólo una me acongoja
el amante al lado del
chofer
con el zapato amado
en la mano
los ojos secos
sobre la árida
planicie calabresa
non ti muovere
deja que el dolor se
mueva
por tu cuerpo
y pase de tus ojos
a tus piernas
de tu garganta
al puño de tu mano
que asesta el golpe
sobre la ventanilla
y el rojo de la
sangre te reaviva
toro furioso
aquí estoy.
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