sábado, 4 de enero de 2014

Osvaldo Aguirre





Osvaldo Aguirre, Las vueltas del camino, poesiaargentina.com, 2013 (1a ed.: Libros de Tierra Firme, 1992).

Ebook de descarga libre: Las vueltas del camino.


 

 

  


Visión del paraíso

                                                           Aquí te vi, en la tierra pura,
                                                                      en la tierra desnuda.
                                                                                 Juan L. Ortiz



El viento, la piedra,
el agua, se juntaron
para desgracia:
vean al paraíso,
ahí,
acostado.
Sacaron las raíces,
pálidos tentáculos:
raíces, no flores.
Entre que los hombres
buscaron las sogas,
en el lío de monturas,
bolsas y herramientas,
y las trenzaron, fuerte,
entre que probaron,
al pedo, con el rastrojero
y los chicos, a un grito,
vinieron de la cocina,
uno a pasitos rápidos
y cortos –pesaba
la garrafa-,
el otro como tiro,
con pava, yerba y calabaza,
entre que tomaron
unos mates, de parados,
y sacaron del galpón
al massey, entre que tronó
y tronó, sellando el suelo
con el gastado dibujo
de los neumáticos,
y salieron las raíces,
los pálidos tentáculos,
los pálidos tentáculos,
cayó la tarde:
como avergonzada,
de luto, todavía,
las nubes lejanas.

Sobre el pasto, tupido
y pesado, y las ortigas
que, de no esquivar,
pican peor que espinas,
el hongo descubre,
perlado por alguna mota
de barro, su luminoso
sombrero, haciendo pie
en la bosta que lo abona.
Relumbran en el matorral
abigarrado, de perfecta
acústica para el canto
de escuerzos y sapos,
el hongo y la flor,
lila, del cardo largo,
largo, flaaaco.
Al paraíso, bah,
la lluvia le resbala.
Quedó partido,
apartado del camino.


Los perros, toreando
como locos, algo
maliciaron: el Cuál,
el Timbre, el Leal
y el Quédice.

 
Las casuarinas anidan
seguras en la tierra:
afirman sus raíces acá
y allá. Así la torcaza
bate sus plumas contra
la paja que la acoraza.
Se ofrecen compañía,
todas, en una danza
sosa de hojas, se dan
charla, en un susurro
de hojas en danza.

No hay viento que tumbe
esa charla, ni tormenta
que perturbe esa charla.
El carpintero, que sabe,
hace allí su agujero.
En una margen y otra
de la huella se plantan,
en hilera. Cada una vela
por la otra, expira
el aire que otra espera,
mirá, mirá...

...ahí,
acostado.
Los perros, toreando
como locos, algo
maliciaron:
raíces, no flores.



 [...]

El paraíso quedó
partido y acostado
ahí, en un desvío
del camino. Sacaron
las raíces y las hojas
y los gajos y las ramas;
trozaron el tronco
arrancado de cuajo.
En una parva de trastos
y basuras le dieron
fuego al despenado
por el viento que,
contra lo anunciado,
ha vuelto, o por el rayo,
tras apuntar el refusilo,
o por el diluvio, fugaz,
de granizo.

Tierra y ceniza hicieron
una masa grisácea
y tibia, mortaja,
o materia nutricia
de una fuerza, por ahora,
escondida.




[...]





































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