lunes, 6 de abril de 2015

Jotaele Andrade





Jotaele Andrade (Azul, pcia. de Buenos Aires), La mano del verdugo, Ediciones de la Eterna, col. Incunables, 2014.




Colaboración de María Belén Aguirre.






















Habemos un muerto en mí

cada noche respira

en mis pulmones avasallados
por los días
y el tabaco

despierta conmigo y me sofoca

nada
nadie
sólo yo soy su compañía

sólo yo retengo en mi carne
sus huesudas manos
su silencio rodeado de tierra
y gusanos

nada sé de su historia
no puedo sospechar si retuvo
la luz
o el espanto de haber nacido y haber estado
desnudo
y solo

o si quizás fue amado
como ama el mar a los naufragios

lo único cierto
es que habemos un muerto en mí
que crece













Escribo con la mano del verdugo



alegría de haberte amado

desordenada alegría ya
tal un jardín
entregado a la maleza
o a la tempestad

y cerrada en su fulgor de astro acontecido

¡qué alegría atroz
ahora que ya es verano y las aves picudas
rebuscan entre las frutas caídas y los insectos!

oleadas de intenso verde se encabalgan a la totalidad
de un aire limpio y cerrado

alguien dibuja un vago gesto como si saludara
o espantara una mosca

el sol se desparrama sobre el silencio de la calle

ha sido verano tantas veces
y ha sido piedra y bajamar
lecho y recodo
hojarasca y noche indivisible

y aquello que casi imperceptiblemente acontece:
el rastro de la hormiga
el color confundido en la pálida llovizna
la curva que desandamos a diario

hablaba de la alegría
de haberte amado

de este sobresalto de escribir
alegría
con la mano del verdugo











Algo se oculta entre las cosas que son o fueron



hay algo oculto en el mundo

algo

un zumbido entre las voces aceradas del ruido

un signo que aparece en lo alto del médano
cuando soplan las bocas del odio
o la desdicha

un gesto convulso que coletea en el pez
clavado en el arpón

y no

es algo indefinido
impreciso
como decir el hurgante espesor de la luz

porque la luz es más allá de sí misma
y desorienta
a los cuernos majestuosos de la noche
cavando en las retinas

oculto
hay
algo

confundido contra los colores cerrados para siempre

quizás perfecto
quizás indivisible de sí mismo

una respuesta inútil
un vómito detrás de toda poesía

un niño dormido dentro de un obús

y no

algo
imperfecto

una cicatriz en el pómulo de alguien no nacido
un rabo tumorífero en la azucena

algo
divisible y dado entre las cebollas y el cuchillo

entre la mano que acaricia
y el vacío perpetuo
que cruza esa mano creyendo alcanzar la mejilla

y no

oculto
y acaso siniestro o débil
como un recién nacido

acaso raquítico y sucio y lleno de piojos
o lleno de escarabajos y de un oro imposible

como una pirámide 
un cerdo
o la palabra amor

algo amor mío
como decir te amo y no poder rozar tu altísima frente
como perderte
de pronto
y que no duela

hay algo oculto en el mundo

yo no sabría decirlo

yo no sabría













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