jueves, 10 de septiembre de 2020

Sabrina Barrego

 

Sabrina Barrego (Luján, 1987 / vive en Mendoza) 

Trinchera, Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, col. Cactus, 2019.











Las Heras

Estoy enfermo de los recuerdos de infancia.
                                              Sergey Esenin

recuerdo el gallinero
de la casa de mi abuelo:
las gallinas,
las palomas,
la visión del alambrado
romboidal,
las palomas de mi abuelo
tenían un corte de tijeras
en las alas
y yo no sabía por qué,

las manos de mi abuelo
eran filosas como las de Dios.

recuerdo el gallinero
con desesperación:
las palomas,
las gallinas,
juntas como hermanas
en la quinta de mi abuelo.









Genealogía

arriba quema el sol
y la casa está fría
como un cuerpo
en la siesta
practicando la muerte.

hoy cortaron el árbol del jardín.

lo escaso que sale de mí
es lo que nombro.

como en una visión
mi abuela cruza los tapiales;
reza: llevamos la sangre de mujeres
que lo han soportado todo.









Los trabajos y los días

levantar la casa
como una trinchera;
sobar el piso
en cuclillas
con adobe
y bosta de caballo
y menta.
separar el trigo
con los hijos,
enfrentar a Dios
con manos callosas.

y mientras los días
y las estaciones...









La maestra

tres cosas me ha enseñado mi abuela:
a amasar las kreppels,
a tejer madejas,
a rezar.

Sólo un poco he aprendido.

Si hubiese sabido
poner las manos muy juntas,
el pecho dispuesto
como deseando muy fuerte
que suceda un milagro...









La resistencia

    a mis amigxs de la finca Passionaria

Deja de arañar la corteza,
hay fruta madura en tu frente.
                   H. D. Thoureau

al aire libre sucede
la vida en bruto.
arrojarse al paisaje limpio
como recuerdos lejanos.

la damasca cargada de frutos
para el dulce
o para los caranchos,
la quietud del corral,
los animales domésticos
con los dientes cortados,
los nueve nacimientos
y también la muerte
de la chancha Anarquía,
el moho de los alambrados,
los niños saltando
con la bondad más salvaje.

la aridez del verano
que abraza a la tarde.

y la tarde es tormenta de piedra
y la piedra se vuelve agua
y el agua un viento húmedo
que mece a Kaja en la hamaca
con un rayo de sol entre las manos.

de las hijuelas brota
el milagro de la finca
y el desierto es la nostalgia
y lejos, en Cracovia,
cae la nieve.









El olor a pan casero
el dulce de leche cocinándose
en el sentido de las agujas del reloj
el gris de la tormenta inminente
una mujer cruza la avenida
con un par de muletas
un anciano cuenta dinero
sobre su bicicleta
en la clase de danza
mi amiga me abraza
me acaricia el cabello
nos acompasamos bajo el efecto
de la misma música
la lluvia cae y nos encuentra
sumergidas como peces
en un mantra
de caderas que se mecen
recordándonos
que la poesía está allí
en el detalle
como la ausencia de dios.









Rosa de los vientos

    al hombre con las suelas de viento

Nunca supe si eras mi enemigo, o mi amigo,
Y si ahora era invierno o verano.
                                          A. Ajmátova 

caminar aún
el mapa no existe,
el tiempo dibuja
huecos hacia el horizonte.
resistimos el invierno,
decís.

en el norte
la lluvia se transforma en hielo;
en el sur
pronto llegará la floración,
a mitad del camino,
un punto solo
perdido
en el desierto.

¿leerías las señales de regreso a mi casa?
¿recordarías el dialecto de mi pueblo?

el Nevado es el Fuji, dijiste,
ningún cuerpo ocupa el lugar de otro.
mis huesos son fuertes
debajo de esta piel tan clara.
esta cadera
se abrió también
para liberar.

tocarse es ensayar tus rasgos en el aire.
escribirte es ensayar tus rasgos en papel.



















 

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