Fabián O. Iriarte (Laprida, 1963)
Pocas probabilidades de lluvia, Buenos Aires, El jardín de las delicias, 2021.
Se equivocan
Algunos, en cambio, los llaman
"desvergonzados" y afirman
que es un error de comportamiento.
El rumbo que no siguen bajo la lluvia
y el modo en que se mueven.
"Se equivocan", arguye otro, "pues no hacen
esto por desvergüenza, sino
por valentía y virilidad".
(Porque sienten predilección
por lo semejante a ellos).
A veces piden agua, piden tregua,
pero escasa es la suerte
de que los escuchen y entiendan.
Ayer murió uno, lapidado.
Antes otra, sofocada. Un tercero, estrangulado.
Las gotas de lluvia no alcanzan en la cuenta.
El carozo
Como cuando se come una fruta (cereza,
durazno, ciruela) y queda el carozo (la coraza,
el corazón), he quedado.
Nada delata movimiento,
ni cambio ni razón. No hay signos.
No doy señal alguna.
Han devorado mi carne. He quedado.
"Más grande que tu amor era tu herida".
Una herida limpia, según dicen.
Kintsugi
Arte japonés de reparar fracturas de la cerámica
con barniz de resina espolvoreado o mezclado
con polvo de oro, plata o platino.
Ha quedado la cicatriz.
Quieta quedará en la superficie.
Es la marca del tiempo y del sufrir.
"Cuando has sufrido daño,
te vuelves más hermoso".
Adentro hay aire. Una imperfección,
roto el tiempo.
Lo débil y frágil se hace fuerte.
Lo maltrecho se repara, con pocas palabras
y costuras de oro.
Grieta mostrada, vena notable, hilo de sangre,
veta que se amplia y abre.
Para dejar ver
cuán antigua es la historia que nos contaron.
Los párpados
La parte activa me lleva al sueño,
a la duermevela.
La parte pasiva descubre la ausencia
de las estrellas (el deseo).
Y al lamentar esa circunstancia,
provoca la paradoja de lo pleno
en lo vacío.
Quisiera que nada fuera tan intenso
(el adjetivo es erróneo)
como ese padecimiento.
Discurso sobre los almendros en flor
Parecería más difícil en un árbol:
que se torne efímero lo eterno.
Están en flor. La flor es pasajera.
De mí escindido.
Pálido como el color del cielo
cuando la noche ha terminado.
Parece difícil, pero se expresó el deseo
en palabras extranjeras. Y se contempló
durante horas y con paciencia.
(Como esos poetas orientales
que pintan poemas en vez de escribirlos).
Quién supiera florecer.
Activa y pasiva
Por activa y pasiva es mi tormento,
pues padezco en querer y en ser querida.
Sor Juana Inés de la Cruz
El deseo es la ausencia de las estrellas.
Mirando hacia arriba, se nota el espacio vacío:
la actividad es obligatoria.
Dicen que todo ser responde a dos naturalezas.
Dicen que una es mejor que la otra: ying por un lado,
yang por el otro.
Todo me lleva a esa dirección: la plenitud
que parece vacía.
La parte activa es negra y luminosa. Exige el deseo.
La parte pasiva es contemplativa, tendiente
a la penumbra de los rincones.
Se obnubila, se revela al rebelarse.
El acto se hace, ombligatorio.
Y cuando al fin salen las estrellas,
bajo los párpados, como una muchacha china.
En la parte pasiva, relucen los milagros.
El horizonte se afina cada vez más
hasta que suenan los chasquidos.
Aunque parezca contradictorio, se debe
a la timidez "que nos embarga".
La letra tachada
La única posesión es lo que queda en la memoria.
Los corazones se han separado. Quedaron a la deriva.
Nunca vivimos en un solo lugar en el mundo.
¿Cuánto tiempo se necesita para que se forme un diamante?
Ha quedado claro. Nunca estamos en el mismo lugar.
Difícil de romper. La dureza del corazón, la dureza de las palabras.
Parece lo mismo. No se sabe qué omitir, qué dejar.
Alguien pasea por un jardín con tacos de reina, con glorias de la mañana.
"Necesitaba un poco de tiempo todavía para atardecer".