jueves, 29 de julio de 2021

Fabián O. Iriarte

 

Fabián O. Iriarte
(Laprida, 1963)

Pocas probabilidades de lluvia, Buenos Aires, El jardín de las delicias, 2021.



















Se equivocan

Algunos, en cambio, los llaman
"desvergonzados" y afirman
que es un error de comportamiento.

El rumbo que no siguen bajo la lluvia
y el modo en que se mueven.

"Se equivocan", arguye otro, "pues no hacen
esto por desvergüenza, sino
por valentía y virilidad".

(Porque sienten predilección
por lo semejante a ellos).

A veces piden agua, piden tregua,
pero escasa es la suerte
de que los escuchen y entiendan.

Ayer murió uno, lapidado.
Antes otra, sofocada. Un tercero, estrangulado.
Las gotas de lluvia no alcanzan en la cuenta.









El carozo

Como cuando se come una fruta (cereza,
durazno, ciruela) y queda el carozo (la coraza,
el corazón), he quedado.

Nada delata movimiento,
ni cambio ni razón. No hay signos.
No doy señal alguna.

Han devorado mi carne. He quedado.
"Más grande que tu amor era tu herida".
Una herida limpia, según dicen.









Kintsugi

Arte japonés de reparar fracturas de la cerámica
con barniz de resina espolvoreado o mezclado
con polvo de oro, plata o platino.


Ha quedado la cicatriz.
Quieta quedará en la superficie. 

Es la marca del tiempo y del sufrir.
"Cuando has sufrido daño,
te vuelves más hermoso".

Adentro hay aire. Una imperfección,
roto el tiempo.

Lo débil y frágil se hace fuerte.
Lo maltrecho se repara, con pocas palabras
y costuras de oro.

Grieta mostrada, vena notable, hilo de sangre,
veta que se amplia y abre.

Para dejar ver
cuán antigua es la historia que nos contaron.








Los párpados

La parte activa me lleva al sueño,
a la duermevela.

La parte pasiva descubre la ausencia
de las estrellas (el deseo).

Y al lamentar esa circunstancia,
provoca la paradoja de lo pleno
en lo vacío.

Quisiera que nada fuera tan intenso
(el adjetivo es erróneo)
como ese padecimiento.









Discurso sobre los almendros en flor

Parecería más difícil en un árbol:
que se torne efímero lo eterno.

Están en flor. La flor es pasajera.
De mí escindido.

Pálido como el color del cielo
cuando la noche ha terminado.

Parece difícil, pero se expresó el deseo
en palabras extranjeras. Y se contempló
durante horas y con paciencia.

(Como esos poetas orientales
que pintan poemas en vez de escribirlos).

Quién supiera florecer.









Activa y pasiva

Por activa y pasiva es mi tormento,
pues padezco en querer y en ser querida.
                    Sor Juana Inés de la Cruz

El deseo es la ausencia de las estrellas.
Mirando hacia arriba, se nota el espacio vacío:
la actividad es obligatoria.

Dicen que todo ser responde a dos naturalezas.
Dicen que una es mejor que la otra: ying por un lado,
yang por el otro.

Todo me lleva a esa dirección: la plenitud
que parece vacía.

La parte activa es negra y luminosa. Exige el deseo.
La parte pasiva es contemplativa, tendiente
a la penumbra de los rincones.

Se obnubila, se revela al rebelarse.
El acto se hace, ombligatorio.

Y cuando al fin salen las estrellas,
bajo los párpados, como una muchacha china.
En la parte pasiva, relucen los milagros.

El horizonte se afina cada vez más
hasta que suenan los chasquidos.

Aunque parezca contradictorio, se debe
a la timidez "que nos embarga".









La letra tachada

La única posesión es lo que queda en la memoria.
Los corazones se han separado. Quedaron a la deriva.
Nunca vivimos en un solo lugar en el mundo.

¿Cuánto tiempo se necesita para que se forme un diamante?
Ha quedado claro. Nunca estamos en el mismo lugar.
Difícil de romper. La dureza del corazón, la dureza de las palabras.

Parece lo mismo. No se sabe qué omitir, qué dejar.
Alguien pasea por un jardín con tacos de reina, con glorias de la mañana.
"Necesitaba un poco de tiempo todavía para atardecer".















jueves, 22 de julio de 2021

Loreley El Jaber


Loreley El Jaber 
(Buenos Aires, 1972)

Nunca hay suficiente mar, Rosario, Baltasara Editora, 2020.

 














La huida 


Huye como una ladrona
entre sus brazos lleva escondido
un bulto
Por calles de piedra corre
aún sin luna corre


Ya en el barco
de cara al agua
funde la beba en su pecho
y respira hondo
iluminada por el acero del cuchillo
que imagina él lleva entre los dientes
agazapado en la maleza
a la espera de sus mujeres


O no, quizás
no fue así


Madre soltera en la Siria del 1900
mi abuela huye de noche con mi tía en brazos
Sube al barco y llora
la beba la acompaña y ambas
a su modo
rezan


O no
quizás no


Lo único cierto es que una mujer
sube a un barco en medio de la noche
puede que llore, puede que no
Lo único cierto es que esa mujer toma
a su hija en brazos y corre
por las calles oscuras de su Leselja natal
hacia un barco que es
tiene que ser
destino








Jailan leidi

Parecía una estatua de cara al cielo
los ojos detenidos en una voluta de aire
No hablaba de Galicia
ni de su madre, ni de las tijeras en su cabello
justo antes
Mi abuela nada decía
del viaje, del arribo, de esa soledad cruda
como bienvenida
Cuando le preguntaban repetía
jailan leidi
se reía de ese nombre para el barco de una sirvienta
y sacaba el pañuelo y barría
con fuerza
las palabras de su boca







Ninguna quiso volver

Ninguna quiso volver
Como si ese viaje inicial hubiera sido en verdad
la muestra
de un espacio que se cierra
implacable
Ninguna quiso volver
No había dónde volver
Mi lengua cuenta lo que ellas quieren que cuente
No tengo imágenes de antes de su llegada
No hay vida antes







Burka

Entro a la casa y juego
con la gasa negra de mi abuela
invento un burka y con los ojos
protegidos por la tela
miro desafiante
todo lo que me rodea

No hay oscuridad, como imaginaba
Veo
de hecho
mucho más de lo esperado

Veo a mi abuela y a su madre
veo lo que ellas vieron
cientos de mujeres veo
espantada
mirándome







Autorretrato
 
Soy esa mujer que camina
hacia un mar que ha sido
brutal
desde el comienzo

Hay que conocer su furia
y aun así
querer meterse una
y otra
vez

Nunca hay suficiente mar







He construido una casa
 
Quien se acerque verá
herrajes prestados, objetos antiguos
hojas sueltas
Quien se acerque
verá la paciencia
en una construcción que fue
lenta y trabajosa
De cerca
si se mira bien
las paredes esconden
huecos pequeños
casi
imperceptibles
por donde el viento entra
a veces amoroso
a veces
con furia
 
De cerca
si se mira bien
todo resulta
endeble
 
Con cueros heredados
con manos torpes
como pude
he construido una casa







El viaje
 
Tengo 15 años y estoy en medio de la ruta de un país
del que nada sé
Llegamos a Leselja
Mi padre baja del auto
sube la loma
Va hacia la casa que era de su madre
Entra, recorre con sus manos las paredes vacías
Antes de salir, queda pegado al marco de la puerta
Tengo 15 años y sueño con París
Un chico adivina mi deseo moderno y me invita
a andar en moto
Es la primera vez que siento la velocidad en la piel
Abrazada a una espalda extraña, libero
la cabeza que cae ladeada
veo el campo regado de sol
y a lo lejos
mi padre
fundido en el marco
abrazado a la piedra






Acero

No he vivido ninguna guerra
Sólo sé la guerra de la que huyó mi padre
la larga fila por la ración diaria
los caramelos lamidos del cemento
Sé la violencia sin llanto de mi abuelo
su cuchillo, su
soledad
en medio del bosque

No he vivido ninguna guerra
pero yo también peleo
como me enseñaron
y libero mi lengua de acero
en defensa de una vida
preciosa
en mis manos







Justo yo
 
He decidido salvarme
como quien toma la resolución, como si se pudiera
He decidido salvarme
entrar en el río como quien se sube a un caballo
en el que anduvo por años

Justo yo
que nada sé de río ni de agua
entré al limo como si supiera lidiar
con lo resbaladizo
y dejé que el río me llevara
y
justo yo
fui sirena balsa dorado
fui el brillo del agua
dentro
del agua



  

 

 

 

 

 

 

 

 

 


martes, 20 de julio de 2021

Marcelo Dughetti

 

Marcelo Dughetti
(Villa María, 1970)

No sabrías escribir mi nombre, Villa María, Mascarón de proa, 2019.



















Saltó de un montón de piedras

se hizo grande

se sentó a mi mesa

y comió de mi mano

hermanito

fue su primera palabra

y después

no abandonó los diminutivos

así que no lo pisen

cuídenlo

es lo más pequeño de este mundo

y los necesita

hay cazuelos con agua

y migas de pan

por toda la casa.

 

 

 

 

 

 

 

Entonces si sos un gato

deberías tener bigotes de cuerda de guitarra

y cantar como un violín

que es lo más hermoso que se oye

en la vereda del sol

todas las tardes al caer la luna.

 

 

 

 

 

 

 

¿Y si corremos en la dirección opuesta?

Y de tan minúsculo el molusco

alimenta a una ballena.

¿Y si fueras una ballena?

O acaso si fueras una botella

que vacía lleva un barquito

en la panza

y de tan vacía y tan llena

navega de costado

todas las tardes

al caer la luna.

 

 

 

 

 

 

 

No en la bandera de este mástil

estás

más allá

como una semilla de sésamo

perdida bajo la mesada

donde suceden cosas

que solo los ojos de los chinos pueden ver.

¡Ay hermanito, desde que viniste al sol

te buscamos!

 

 

 

 

 

 

 

Cuando vi mi primer murciélago

era como vos, la semilla de otra semilla

el encanto de una flor naranja

los murciélagos son ángeles fruteros

soy pastor de murciélagos

y en las galerías de la noche los oigo dormir

ya les pedí de rodillas

y aceptaron gustosos

buscarte en el corazón de las manzanas.

 

 

 

 

 

 

 

¿Y si sos un murciélago?

¿Si se mancha tu radar de fruta fresca?

¿Si sabés la dirección de los naranjos

y de los tigres con sus cabezotas llenas de azahares?

¿Y del amor entre tus alas de insecto?

¿Si en la caída del sol está tu vida?

¿Siempre tu vida lunar

atestada de peligros?

 

 

 

 

 

 

 

Anoche me visitaron los murciélagos

traían mandarinas y flores

están tristes

dicen que la colonia está enferma

sabés

sobre los campos pasan aviones

plateados

y rojos

aviones

los aviones arrojan la peste sobre los campos

y el murciélago frutero muere.

Y con el murciélago el fruto, el árbol.

 


Hoy en la colonia había murmullo, inquietud. 

 

 

 

 

 

 

 

Todos los hombres y las mujeres

me temen

dicen que te busco demasiado

pero si te pisan me muero

yo alfombré la casa con papel de arroz

para que vinieras

te vi saltar 

y hacerte grande

sentarte a mi mesa

comer de mi mano

y escuché tu voz como el rumor en las colonias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


viernes, 16 de julio de 2021

Ana María Grandoso

 

Ana María Grandoso (Carmen de Patagones, 1946)

La naturaleza de las horas, Comodoro Rivadavia, Vela al Viento Ediciones Patagónicas, 2018. 











Lo que se ve a través del vidrio

parece un cuadro.


También ella

sentada de este lado

en la maqueta de su casa

puesta con una pinza, con cuidado

para que no se mueva lo de alrededor.


De este lado, ella

es el cuadro.


No hay calma asegurada.


Con una sola chispa

se incendiarían

las maderas resecas

del cuadro.










No sé de dónde viene

esta contentura diminuta,

tan privada.

Un envión y al sentarme

me sorprendo, otra vez

mirando mi pie descalzo.

No sé por qué

justo cuando sale entre las sábanas

a punto de apoyarse

en el suelo tibio

de madera.










Cuando paso por una “situación” emocional del entorno familiar,

aunque solo yo la viva; dibujo florcitas, dibujo florcitas.

Todos queremos tocar el cielo –dice una canción–.


La contradicción

alimentada en la belleza de los jardines,

el estallido de las flores

sus estambres y pistilos.

Paso por los jardines

quiero mirar, correr las cortinas.

Se mueve un reptil

entre hojas agitadas

en la vida de sus habitantes.

¿Más bello es el jardín

más desdicha humana?

¿Qué hay en las piscinas del nadador –John Cheever–

de aguas siempre “color zafiro”?

Verde, verde,

oloroso el césped

amenaza de la belleza.


Corto todas la flores hoy,

una a una

las tiro al río.










Finas mariposas del otoño

que está llegando

traen un aire celeste

la siesta de marzo.


Las flores color de la sangre

bajo la parra

aprietan el vuelo del colibrí

con su parte de arco iris

en el pecho.


¿Acaso tiene

una isla de poesía

en la cabeza

imposible de decir?


¿Quién sería si no pudiera aislarse

con este lápiz en la mano de escribir?


Las palabras ruedan

bichos bolitas


ruedan por la siesta

todavía.


Con una mota de polen

para el jugo que viene a buscar,

espero al colibrí.

Quiere atravesar

la ventana.









¿Qué o quién me dice

cómo vivir el instante?

¿Qué Tao, Buda, Zen

me lo aconseja?


Entro al vacío de la contemplación

son milagros de la naturaleza de las horas.


Un momento entre dos interrupciones,

un momento estanco.


Vuela el alguacil celeste

rebota contra la ventana

y se abre.









domingo, 11 de julio de 2021

Mónica Rosenblum

 


Mónica Rosenblum
(La Paz, Bolivia, 1960 / vive en Buenos Aires)

El mecanismo, Bahía Blanca, Hemisferio Derecho, 2021.
















borrar

tachar

corregir

reformular

buscar

el tono

decir

no decirlo

todo

insinuar

sugerir

preguntar

ponerse

en el lugar

dosificar

retener

regular

controlar

administrar

 

 

 

 

 

 

 

querés conocer el mecanismo

qué pasó un segundo antes

por dónde fue

que entró esa luz

qué camino exacto

hizo la Gracia

 

 

 

 

 

 

 

la Gracia

su plural

el sonido de las hojas

cuando el viento las arenga

su canción

la gratuidad

de esa presencia

 

 

 

 

 

 

 

querés conocer el mecanismo

cuáles fueron los últimos gestos

qué se dijo exactamente

dónde estaban las manos apoyadas

quién supo

 

 

 

 

 

 

 

no renunciás

querés conocer el mecanismo

¿quién empezó?

¿por qué?

¿son esas las preguntas?

¿realmente empieza ahí

donde alguien empezó?

¿cuál es el principio?

 

querés conocer el mecanismo

lo principal

lo príncipe

lo princesa

 

princesas

ahogadas

en los lagos

lágrimas

ancestrales

querés saber lo principal

 

 

 

 

 

 


querés conocer el mecanismo

se dice:

no es momento

para esas declaraciones

se dice:

ahora no

 

alguien habla

rompe con cincel

las sólidas

paredes

del silencio

se muestra

y se demuestra

por instantes

lo que estaba destinado

a la mudez

lo que fue

al olvido reenviado

y lo vemos

lo atisbamos

lo rozamos

y tan rápido

es precipitado

de nuevo

a ese lugar

tan fugaz

es la visión

que la noción

no alcanza a echar raíces

ni el asombro alcanza a anclarse

y se disuelve una vez más

y el pobre mensajero

ya sabemos

ya sabemos