jueves, 26 de diciembre de 2013

Clelia Bercovich






Clelia Bercovich (Buenos Aires), Intemperie Buenos Aires, Imaginante editorial, 2013.
















Ventana

 

Lloverá en este instante sobre su ventana
(en el cristal donde apoyaba la frente).
Tal vez la pared blanca esté sola
o no haya pared
ni planta que caiga desde el techo.


Tal vez la lluvia golpee como siempre la pared
la planta y la ventana
y falte nada más que mi frente


en el cristal










Solo el misterio

                                                             a Liliana Díaz Mindurry


Existe poesía de garajes vacíos
de autos abandonados por un tiempo
y golpes de lluvia sobre el techo
que adquieren
       la repentina autoridad que da el misterio.
Puede ser que aparezca una rata
(en ese abandono asignado a las ratas).
Que se sume un gato inmóvil
con los ojos fijos en ella.
Hay poesía en lo que no pretende


ni siquiera existir.













Marcelo Dughetti





Marcelo Dughetti (Córdoba), Sioux, Pan Comido, 2013.














la araña tomó
un aro de sauce, el de mayor edad
plumas
pelo de caballo


cuentas y ofrendas


y empezó a tejer


 

soy
un
sioux


 

en la llanura avasallada por la nieve
los árboles semejan miles de hombres blancos


pidiendo piedad


 

qué no daría en la bella sombra del fuego
sobre mis sandalias
para ver quemarse los piojos de sus cabelleras
ahora mías como sus almas


pero mi caballo ha sido descubierto
mi caballo muerto


dice mi nación
que cuando se descubre
que un caballo está muerto
no hay más que desmontar


la araña sigue trabajando su tela
trenza cada pluma, cada cuenta, cada ofrenda al sauce congelado
luego me habla
de los sueños de un pueblo que perdió a su líder


yo pienso en todas las guerras que vendrán


en mi caballo muerto


en la vieja voz de la araña
en el hacha de mis hermanos
partiendo el hielo que quiso congelar el río










madre,
no has dejado
que en tu puerta
mi caballo bebiera


está muerto
me dices


es un caballo solo y estremecido por su visión
inolvidable
cuando mueras sabrás lo que vio mientras vivías
y querrás volver a ese día
a este punto
donde el sioux te pide agua para su animal


y derramas sal en sus heridas









la madre que buscamos
caballo muerto
es una madre
hermosa
ángel del desierto blanco


habita un palmar y está dispuesta a recibirnos
a darnos luz por una noche
a ofrecerte ese cubo lleno de estrellas
a besar tus ojos y llamarte hermano
la madre que buscamos no es el vientre negro que avergonzó mi  

                                                                                        existencia

es la que trepa a su telaraña


y teje encantada la artesanía final


sobre la rama del sauce congelado











miércoles, 25 de diciembre de 2013

Jorge Santkovsky




Jorge Santkovsky, Breves, Colección Semilla, 2013.















90.

Una ventana siempre  abierta

sin cortinas ni persianas
que nos conecte y nos aleje.

Un ancla ante la dispersión.


91.

Entre las ramas de la magnolia

veo la luna

no sé si se esconde
o solo está en su jaula.


92.

Una piedra

arrojada
al vacío interior,

un grito
recorre las cavernas
en las que fuimos
alguna vez.










 El sonido de la atención, Huesos de Jibia, 2013.














Sólo ocurre 


si hay cierta armonía
y ningún apremio reclama nuestra atención.
Entonces
el cansancio de lo cotidiano
se toma su revancha
y nuestro cuerpo
busca otro accionar.

Hay días como hoy
en que lo mejor es la lluvia,
y acompañado de ese sonido peculiar
quiero olvidarme de quién soy,
de qué pretendo ser
o de lo que hubiera sido.
Hay tardes como ésta
en que sólo deseamos
que la vida se detenga.
















Jotaele Andrade




Jotaele Andrade (La Plata/Azul), El oleaje del mundo, Editorial Azul, 2013.















Contra otros se desgasta el grano de arena



es cierto que tu vida también es esa playa con su arena
y su murmullo
con el ahogado en cuya boca reina la espuma
y las aves que sobrevuelan buscando huevos de tortuga
o desperdicios

es eso tu vida
y la mía

y cuanto sucede alrededor nuestro
de algún modo
también lo es

como la rotación de los planetas y los soles

pero cada vida
es menos el astro cerrado en su mudez
que el grano de arena

esa minúscula partícula que choca contra otras
y se desgasta









 Por lo que ves no glorifiques a tu ojo



no glorifiques tu existencia en desmedro del cuadrúpedo
o el insecto

quienes intuyen el oleaje del mundo
las tormentas
y los frutos venenosos
son su propio dios

la gota de agua basta para cierta sed



por lo que ves no glorifiques a tu ojo
ni alabes a tu mano
ni al músculo

todo estuvo antes

¿o crees que te corresponde tanta maravilla?








 

Ana Lafferanderie




Ana Laferranderie (Montevideo, Uruguay/Buenos Aires), Volcar la cuna, Ediciones del Dock, 2013.













Viniste desde un campo cercano, aturdida. Inmóvil frente a la puerta abierta podías ver el pasillo, baldosas sucederse con sus marcas hasta llegar a la penumbra. Perdida toda gracia en el color lavado de los objetos. Un sonido de cascos alejándose. Vos sin entrar, sin irte. En cada dirección un camino incompleto y en el centro tu aire respirado, tu profana voz.







La piedra de la casa se desgasta. Escucho cómo golpea afuera el agua. Algo de mí crece lejos. No sabría estar como antes intacta en el hogar, apegada a la luz de sus instrumentos.







Por ver lo absurdo. Este sopor invade el día, pierde sentido el movimiento. Miro el espacio que se abre detrás de la ventana. Lo sigo lejos, hasta una piedra donde golpea espuma fría. Se desintegra, se dispersa en lo líquido. Yo sigo frente a mí. Con los pies en el agua sé que soy materia que se apaga.






Quedarme en el aire como si no estuviera
como si hubiera una forma de xistir
faltando.