martes, 21 de julio de 2015

Pamela Neme Scheij




Pamela Neme Scheij (Palomar, Buenos Aires), Espinas, Del Re(f)alón ediciones, Merlo, 2015. 

Colaboración de Patricia Verón.

























Qué vio de niño
cuánto ancló adónde.
Mecánica de la memoria
que lo dejó sobrevivir
a su apellido. 


Reitera el cuento papá
como quien rinde homenaje
a sus muertos o escribe
penas viejas en mis oídos 











La proa del barco al cielo
casi vertical, los pasajeros
chocaban, se hundían
con la popa
el miedo. 


Lavive caía del aire al agua.
Las piernas de Nadua
se hirieron hondo, rota la carne,
las venas, salvó a su hijita
ni pisada esta tierra. 


Nadua no advirtió
en ese dolor
en ese riesgo
el bosquejo de su futuro
o sí. 











Ese hombre
la trajo a un mundo
carente de hermanos
todo ranchos y fronteras. 


Los días de barco
le dejaron un látigo
en la mano y una piedra
en cada ojo. 


Ya no la amó
sino detrás de su espalda
o debajo de sus pies. 












En las afueras de Salta
mitad pueblo, tierra
mitad blancos, cruces.
Parir, parir, parir
inventar la cena
creer en él. 




















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