Elena Anníbali (Córdoba), Curva de remanso, Caballo Negro, Córdoba, 2017.
se deshace, en agua, la niebla
¿así, mi palabra?
¿así la boca desdentada
la antigua boca oscura
hacia donde toda lumbre de mí
apunta?
lumbre, ramita prendida,
palito de estrella
para el río hormigueante
de la noche?
¿te alcanzó el cuerpo, el grito,
los faros del auto,
el conocimiento de la sangre y los caminos
para entrar a la cueva y decir
Aquí el hombre
Aquí la mano del hombre
Aquí el desespero de ver?
¿entraste?
chiquito, agachado, siendo
de a ratos
mono ángel lagarto
pero
entraste?
te esperaban tus muertos
tu Eurídice
los carteles equívocos
el seco parloteo de tus sueños?
tus sueños
con su encendida serpiente
con las ruinas del dios de tus ideas
el pasto quemado, la leche
del tiempo derramado
en el azul del azul?
pero
entraste?
como si nada, empuñando
por toda llave la niebla
la ceguera, corrompido porque
el habla precede al habla en la mentira
el engaño?
qué ha sido la poesía sino
una larga pregunta, desgarro?
nacemos a ella como la húmeda cría para las hambres
del tigre
insignificancias, rastros de un grito viejo,
eco de las luces que emanan
los pantanos
¿y qué viste allí, más
que el contorno del cuerpo
viniendo de la noche
a la noche?
cuerpo solito, imperfección
de la imagen
gólem
no se puede abrir una puerta
no se puede abrir una ventana
sin pagar el precio
estoy seca, padre? dejé de amarte o la muerte es
un soltadero de manos?
te amé alguna vez? esperé de vos, esperé
con alegría que llegaras del trabajo, o ya tenía, de nena,
el corazón seco como una rama?
me viste flotar, crecer en una miseria chiquita, me viste
ejercer, con determinación, la tristeza la mugre
el piojo, y nada se partió en luz hacia mí? nada
vino, fue mío, no fui
tu honra, padre?
desperdiciaste tu sangre? esas horas frente
al sol de noche, conmigo, a solas, las perdiste?
sentís que las perdiste? que yo era una cosa, digamos,
una cosita? como una maceta, un yuyito, el fantasma
que en fuegos, de noche, arrancaba en las lagunas
y se perdía, etéreo, en las cortinas,
en el alto y negro laurel donde posaban
las bandadas
alguna vez, mirándote a los ojos, me ofrecía a vos, te llamaba
desde lejos, diciéndote papá, papito, mírame, levantame
de este plato hondo de la amargura, dejá que sea
la criatura de tus sueños, el jardín de las delicias,
la flor de los cerezos en la boca del monstruo
algo no cuajaba en tu amor, se iba o era débil:
me penabas al rincón cuando, en el verano, me asoleaba,
buscaba bichitos, tropezaba en las latas
me hacía amiga de la sombra
estoy seca? nací seca para vos, por vos?
cómo hubiera sido encontrarte, llamarte
como un fuego en la noche y que vinieras
donde yo alzaba mi corazón entre los trapos
padre dormido, ves cómo soy?
padre dormido, estoy acá, ves cómo soy?
ves, ahora, cómo soy, si te amé o cuánto o cómo?
lo ves, lo ves,
papá,
papito?
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