viernes, 10 de enero de 2014

Alberto Muñoz






Alberto Muñoz (Buenos Aires), Celan en la espera, poesiaargentina.com, 2013.

Ebook de descarga gratuita: Celan en la espera.












 Celan en otoño

 
Estás aquí, Celan, en este río que de lejos parece la media de un difunto. Leo en voz baja uno de tus libros frente al agua fresca y disciplinada (como la cabellera de tu madre).

Se abre tu camisa blanca que exuda, lo de adentro parece cuarzo.

Esperando un cargamento de maderas desde el puerto de frutos llegó por agua la noticia de tu muerte, flotaba de muy lejos sobre un río podrido y parisino.

Voy a alcanzarte un vaso de agua. Mañana remaremos por el Caraguatá envueltos en las primeras lluvias del otoño.

Hay en este día una mancha de oro resplandeciente. Tuya es la savia, Celan.




El vacío

 

Es una buena tarde para pescar, una buena tarde para traducir.

El vacío desconcierta, se mineraliza y anima. En el vacío apoyamos el fondo del culo; las vidas son vacías, las horas, la carne, el hígado.


Te escucho murmurar en idiomas extraños, como si dijeras una plegaria o un inventario de herramientas. En el muelle una araña teje su letra diminuta, su tela fronteriza y fugitiva; teje en el vacío su montón de hilos, nosotros nos cubrimos las piernas con una colcha verde tejida por mi abuela hace setenta años. Me vienen a la memoria sus ojos celestes y sus canciones españolas.


Una gota plateada se sacude en el aire, ¡pescamos!, un bagre lucha en el anzuelo, tu ojo mira sus enormes bigotes estrafalarios. Todo parece verdad en ese eléctrico risco de escamas.


Celan, ¿en qué idioma se dará su muerte vacía?


























Irene Gruss





Irene Gruss (Buenos Aires), Humo. Antología personal, Ruinas Circulares, 2013.















De Solo de contralto (Galerna, 1997)


El ruido

Cuando ya me olvide de estar siempre
a la espera de un
desenfreno, cuando
tome real cuenta de que esto conlleva
graves lesiones cardíacas, el sobresalto,
el timbre que uno creía
estar esperando, la velocidad,
el vértigo que uno creía
desear hasta tal punto,
recién entonces el silencio
será como un útero lleno o una cabeza
llena de algo que no es conocimiento
o las dos cosas llenas o vacías
pero al fin el silencio no aturda, cuando
ya me olvide
de lamer eso con lo que una
creía llenar
                          el estómago la cabeza el útero el oído, o
simplemente el corazón las manos,
cuando todo o nada se calme
pero me olvide, el silencio
vendrá a mí como un amante
casi perfecto, casi amado,
mi tolerancia será finita o infinita,
la entrega será parcial o
inmediata,
me olvide, cuando por fin olvide,
el silencio será
tan intercambiable
como cualquier persona o cosa,
tan insustituible
como cualquier persona o cosa,
tan irremediable como la salud,
esa que soporta o sostiene o sobrevive,
cuando deje, por fin deje
trabajar a la memoria como esas máquinas
que una vez terminado el mundo
                          siguen funcionando, autómatas, y
el silencio sea
lo que vibra alrededor,
lo que se mueve o ya no se mueve alrededor
de la memoria, lo que ya
no reacciona ni sobresalta
ni obtura el timbre, la sordera, me olvide
de oír
o de esperar el ruido, el vértigo, eso que
creía era la acción, la pasión
el encuentro con algo con alguien que
creía era no era, cuando
me olvide y me duerma o
abra los ojos para descubrir
el sueño o lo que vi, después de todo,
cuando me canse o me desvele,
qué será del silencio
qué será de ese algo de esa nada,
el factor
constante, alucinado que habla calla
canta.







De La dicha (Bajo la luna, 2004)


Y si no es una piedra preciosa…

Y si no es una piedra preciosa
sino simple arenilla
guardada a un costado
del tintero. Y si no es arenilla
ni zafiro eso que sale de mí, con pinzas,
como quien quita una piedra, airecito,
puro airecito guardado
para no respirar,
sangre y arena
en mi centro exacto,
late, molesta,
astilla de qué,
más tangible que lo que no se olvida
o se tiene.
Y si es dicha lo que he guardado,
el aire que no pudo salir
duele
en el sitio
del esternón, si es dicha pura
encerrada
oh pedazo de mí, oh mitad apartada de mí,
si es eso lo que se quita, por fin
para que ría,
qué alivio tendrá la dicha afuera,
qué fácil oler los tilos,
descostillarse, dejar
secar la tinta.


Lo resaltado pertenece a chico Buarque de Holanda.







De Notas para una tanza (Gog y Magog, 2012)


El carozo

Y lo que en vano hice y quise
no cayó a un pozo ni fue desperdicio; en vano, sí,
por cosa vana, banal, me digo, juego sólo
de palabra. Antes bien, más quisiera pero hice y quise
tocar el cielo y lo he tocado, en vano, en el vano de Su puerta golpeé
y Él me dijo: en vano tocas ahora lo que no es
todavía, ser o estar, la ambigüedad
en el nombre y en lo que no supe ahondar: ah, del carozo,
hincar el diente hasta romperlo y entonces, sí, subir,
subir lejísimo allá a lo alto
y conceder
lo que se hizo, lo que se ha mordido en vano.  










Javier Martínez Ramacciotti




Javier Martínez Ramacciotti (Córdoba), Papá Oso, ilustraciones de María Fernanda Canseco, La Sofía Cartonera, col. Infanto-Juvenil de la serie Cartón Pintado, 2013.













mi papá es un oso polar
aparece a las noches
desde el umbral de mi habitación
cuida que mis párpados no tiemblen
y que las estrellas si caen no caigan sobre mí

pero no se deja ver

los osos polares son inmensos
su sombra tapa más de lo que hay
y lo que hay es poco
demasiado escaso para desaparecer

teme que le tema
como todo padre
sea oso polar o no

en un sueño le digo
papá, ¿hace mucho frío donde vivís?
y ruge y gruñe y entiendo
que el frío es absoluto
que una vez dijo "Sol"
y la palabra se congeló
la tomó entre sus manos la pintó de amarillo
y la colgó sobre el techo de mi habitación

para que en las noches tenga luz
porque los osos polares también desaparecen
y no estará siempre en la puerta de mi habitación
cuidando lo que hay que cuidar
mientras duermo.