Lucho Carranza (Chubut), La carta, Ediciones Mandala, 2013.
Trelew
Uno debe
buscar hoja y lápiz, buscar una silla, una vez sentado debe mirar la hoja en
blanco, garabatear con el lápiz por encima de la hoja, sin tocarla, extender
una mano sobre la superficie aérea de la hoja, dejar que el viento haga brisa
en las palabras ausentes, detener el tiempo en sólo unos trazos leves, tímidas
líneas como brocas metálicas sosteniendo el horizonte de la memoria. La
fotografía está en la pared de la biblioteca, encima de la computadora, donde
los libros juegan a ser peces, pájaros remontando barriletes, ella camina por
la playa, mientras más larga la cola más alto pueden volar, dale más hilo, dale
más hilo gritan los chicos mientras arrojan piedras al cielo. Hoy es 28 de
mayo. Pongo la fecha y el lugar a la derecha o a la izquierda. Ella preguntó si
puedo preparar mate, a las diez tengo turno con el dermatólogo. No hablamos de
mis celos, ella sabe que la quiero, ella me quiere pero tiene miedo. A la
derecha, pero nadie lee el lugar de procedencia. Entre nosotros, nunca me
importó adónde vamos… mejor empiezo de nuevo, con un ‘hola, cómo estás’ o
‘espero que todos bien por allá’… Hola… Saltan los peces, la red libera toda el
agua y ellos saltan, enceguecen y mueren. La brisa tibia de mi brazo borra las
palabras, mi vista se pierde por encima de la hoja, estiro el brazo, no puedo
tocarte. Anclamos los pies sobre la arena mojada, los pescadores estiran las
redes y los niños saltan buscando pececitos plateados, piececitos que se hunden
en la arena mojada, piececitos que saltan de alegría. Mis dedos tocan tu mano.
Los peces y los pájaros juegan a ser libros, extienden sus alas como los
hombres extienden sus brazos, pero los hombres no vuelan, solamente estiran los
brazos a los extremos, y muy de vez en cuando se dejan abrazar. Te llamo a la
tarde, dale. La juana te manda saludos, dice que cuando vengas te va a cocinar
ese pancito que tanto te gusta. Espero que vuelvan pronto. Los hombres se
preñan de ideas y mueren plateados al sol.
Comodoro Rivadavia
Hoy es jueves 28 de mayo. Ellos festejaron la compra de la
estampilla, dos centímetros de papel y el dibujo de una mara en el centro. La
juana recordó que están al costado del camino, debemos mirar rápidamente,
acostumbrar los ojos a la velocidad del auto. A veces nos engañan las matas que
juegan a las casitas. Ahí hay una, dónde, ahí, ahí. Y de repente no hay nada,
sólo arbustos. La carta llega el sábado. Tocan la puerta: hola, te estaba
esperando. Pálido…, ocre pajonal del silencio mortuorio, afuera las huellas son
efímeras. Ella me pide que cambie de música, ahora una mujer canta: vos tenías un pájaro en blanco en blanco de
blanco papel…, hay tachaduras en el margen de la hoja, los borrones indican
los estados de ánimo. Ella fue la primera en irse. Entre nosotras, nunca me
importó a dónde vamos, como si irnos implicara olvidar. Hay secretos que sólo
habitan en las casas. Le pegó con sus manos grandes, una vez en el suelo sólo
lloró. El poeta me dio una vara: cuando quieras dejar algo atrás debés partir
el cielo en dos. Los domingos no se reparten cartas, los domingos se duerme
hasta tarde. Una vez despiertos se piensa en las comidas: salar la carne,
encender el fuego, trozar el pan. Los niños extienden sus brazos y parten el
aire en dos, los trompos se marean, caen y ríen. Volvió a agarrarla y después
se fue y nunca más regresó. Las alas de los pájaros cortan el cielo en dos, lo
cortan en pedacitos, lo cortan y lo vuelan. Graciela me dijo que cuando llegó,
lo primero que hizo fue ir al mar; me senté en la arena y lloré. Hola: espero que
todos bien, yo acá con frío. Todos los días corre viento, ese viento infernal
al que ni las sombras sobreviven. Trabajo en la casa de una señora, cuido sus
niños, son hermosos como nosotros fuimos. A la mañana preparo el desayuno y los
despierto, los llevo a la escuela, vuelvo y limpio la casa, después la señora
me enseña a cocinar. No cocina como la mami, pero cocina rico. Por las tardes
me voy a jugar con los chicos. Me senté en la arena y lloré. En blanco papel que me diste pusiste tu
nombre tu puño y tu letra, y sólo sé leer… quizás negarlo todo me salve,
fingir que nunca pasó nada, fingir que soy otra.
[...]