Jacobo Fijman (Uriff, Rusia / Buenos Aires), Poesía completa, Prólogos de Santiago Sylvester y Daniel Calmels, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2014.
De Molino rojo (1926)
Canto del Cisne
Demencia:
el camino más alto y más desierto.
Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes
afónicas lamentaciones.
Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.
Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia.
El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.
Cuerdas de los silencios más eternos.
Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?
Se acerca Dios en pilchas de loquero
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.
¡Piedad!
El "Otro"
Tarde de invierno.
Se desperezan mis angustias
como los gatos;
se despiertan, se acuestan;
abren sus ojos turbios
y grises;
abren sus dedos finos
de humedad y silencios detallados.
Bien dormía mi ser como los niños,
¡y encendieron sus velas los absurdos!
Ahora el Otro está despierto;
se pasea a lo largo de mi gris corredor,
y suspira en mis agujeros,
y toca en mis paredes viejas
un sucio desaliento frío.
¡La Esperanza juega a las cartas
con los absurdos!
Terminan la partida
tirándose pantuflas.
Es muy larga la noche del corazón.
Las Blancas Torres
Júbilo musical del agua.
Permanezco anhelante.
Compases olvidados que retornan.
Júbilo musical del agua.
Suenan las blancas torres del invierno.
Pupilas anonadadas;
compases olvidados.
¡Aún guardan mis anhelos gritos de salvaje!
pero sólo mis medias noches
saben de estos pájaros de fuego.
Interrogatorios de mi ser;
cizaña de mis sementeras
y el recodo más negro del camino.
Interrogatorio de mi ser;
fosos que no blanquean ni la aurora.
¿A las anchas de qué amor
encenderé mi vida?
Suenan las blancas torres del invierno.
De Hecho de estampas (1927)
Poema V
Yo estaba muerto bajo los grandes soles, bajo los grandes soles fríos.
A través de mi llanto
oigo el agrio sudor de la precocidad.
Yo vuelvo sobre un musgo
y las ciudades crecen a la aventura hasta la noche del estupor.
Miseria.
Dios pesa.
Me llaman vientos de mar.
Van y vienen en grandes cambios; se alargan en saltos irritados
que apagan mi temblor, que exasperan los sueños.
Jamás podré seguir.
Yo me veo colgado como un cristo amarillo sobre los vidrios pálidos del mundo.
Poema XI
Al pie de los aromas blancos recobro mis manos en plegaria.
Una vez había...
Los canales hastiados se ponen en camino lejos de nuestros ojos.
Para sí trazan el pavor los soles.
Apoyo mi rostro sobre la sombra siete veces oscura
y atravieso los diques ajustados que arrastran los vientos.
Rodaba mi acento de mar desgarrado sobre siete caminos de nieve.
De Estrella de la mañana (1931)
V
En la misma belleza saborean las lunas su soledad dichosa.
Caen todas mis muertes en el espanto
de la nada del mal de la nada irreal de la nada.
En las tinieblas puse mis manos cuajadas de llanto.
Arreó la gracia mis ojos perdonados,
y hecho he sido en lo anterior de todo y nada.
He sido en el que es de todo y nada en bella gracia.
VIII
Oye tu soledad mi soledad.
Oye en mi soledad la canción amorosa
debajo de mis labios.
Miran los cielos el día de mi corazón.
Oye en mi soledad tu soledad:
río de luz es tu garganta.
Eternidad en los caminos.
Espero en Cristo regocijado de muerte y alegre de muerte.
Paz, paz, en el camino delante de mis ojos.
Reza la sangre, la sangre de mi cuerpo en esperanza.
Pone mi corazón su desnudez perfecta sobre la noche movida en toda gracia
sobre la noche movida en esperanza.
Paz, paz,
en tierras donde corren los soles amorosos del monte santo;
mis noches iluminadas de pavor, alegres de muertes,
regocijadas de muerte.
XXXI
En mi gemido
conté mi soledad envejecida; conté las noches de mis días.
Mis huecos cantan el misterio del mundo.
El agua perturbada de mi reposo.
Me veo en mi gemido según pavores de inocencia.
Paz, paz:
oído de mis palabras.
El ruego alcanza oído a mis palabras,
carne sanada;
y hay espanto de luz en nuestras manos.
Poemas no reunidos en libro
Resurrección
Esta luz, esta forma que no es mía
Tiene mi propia luz, mi propia huella,
En armonía extraña con la estrella,
Celeste flor lejana, ardiente y pía.
Y en el tono menor de la tristeza,
La hermana luz, la hermana forma canta,
Canta, anuncia, cual buena nueva santa,
Una resurrección de la belleza.
Doy a tu piel las órbitas celestes
de Mercurio veloces, doctor de la lógica suprema.
Doy a tu piel, y en Cáncer,
las gloriosas especies, los bálsamos perfectos.
Mercurio pone el signo de la causa eminente.
Doy a tu piel el sueño de la balanza igual,
y el cinturón retórico de Venus...
Casta de mar,
casta de luna y rosa.
Saturno ara los campos y seca el roble de la antigua Roma
y el ciprés de la muerte.
Saturno ara los campos
en Rómulo y Remo;
y en el toro de Italia
añade lo lento de su mundo;
y en sus cuernos la música,
y el vino amargo que calienta Marte.
Flores de santidad
Ya quietaron, amor, con la última estrella
de eternidad el mundo;
y se unen los vientos en la nueva manzana.
Tu corazón concibe de las cosas
el verbo de las cosas,
tú que espiras, amor,
y que mueves los nombres con la última estrella
sobre el último fruto de la tierra.
Tú ves de la nube, de la flor,
la belleza del ángel, la profunda belleza
circunscrita del ser
sobre el no ser más puro del empíreo beado:
Ya quietaron, amor, con la última estrella
de eternidad del mundo.
Verso poliformo
En el nombre mayor
las ásperas colinas turbáronse en las cabras y las noches
y los valles profundos,
que nacen de los soles, alabaron los días,
que viven con el árbol de las gentes romanas.
En el nombre mayor,
voy buscando las cosas, sintiéndome en la tarde
de ciudades y llantos;
y los pasos en flor
tocan impenetrable eternidad
de la belleza pura con belleza de mundo.
El milagro harmonioso
¡Ah milagro harmonioso del paisaje
Que a mi paso me da la bienvenida!
He andado tanto en él, que en cada viaje
Un retoño de amor hubo en mi vida.
¡Ah mañanas, dulzuras y fragancias!
¡Alientos de las húmedas arenas,
De sol doradas y verde plenas!
¡Lentas lluvias que cantan disonancias!
He visto brotar árboles cual días.
¡Oh resurrección santa de las cosas
En esas mis mañanas luminosas
De oro y verde y de raras melodías!
Yo vi brotar; nacer he presentido
Los árboles, hermanos de los tristes,
Y comprendí, Señor, por qué Tú existes,
Y amé cual puede amar un elegido.
Negación
Señor:
Todo se angustia en mí y en mí padece;
En mí es noche de sol tu primavera;
Pero mi vida canta, y es grave, y es severa,
Y en tus noches mi espíritu amanece.
¿Mas para qué esta santidad sublime,
Esta pureza dura, atormentada,
Si todo se ha de ir hacia la Nada,
Hasta que mi propio ser que se redime?
En mí tu creación pierde sentido;
Nada tiene sentido, ni la muerte.
Tú, que todo lo puedes, tú, el más fuerte,
Vuélveme al polvo, a lo que ayer he sido.