Gerardo Curiá (Buenos Aires), El damero de los sueños, La mariposa y la iguana, Buenos Aires, 2015.
Flor
extrema
Una flor extrema
sólo vive
en lo nocturno de la sombra
y en la primera luz
se enciende
hacia otra flor
ceniza de lo imperceptible
El tiempo
El tiempo del fruto
y el de la semilla
se unen
en la tierra del bosque
así
el silencio
se ha convertido en oración
El
hornero regresa
Música gris
la hostilidad del viento es un
cristal sucio en naranjos
y
en la gravedad
un hornero regresa
el vuelo se hace noche
en la medida del relámpago
se eleva en su cuerpo el aire que
trae el agua
no
hay más refugio que su propia travesía
se abandona a la inclemencia
alcanza su signo
en sus alas
la intemperie se rinde
Diez pétalos
En el estanque flotan
diez pétalos
Y la primera gota
deshace el peso de la tormenta
que se abre
en una mano de ánfora
en largos dedos
y atrapa
pequeños círculos de aire
que van a caer sobre los pétalos
y la lluvia respira
el arco de agua y aire
se
estremece en la pausa
y actúa
sin
agotarse
Estado de gracia
Justo antes o justo después,
el
intenso sonido de la sombra
y la epidermis de las cosas se revela
oscilación de una hendidura que presagia el accidente
y lo real
llega
a su estado de
gracia
El
celeste, la distancia y el gallo
Un aire
celeste y casi blanco,
entonces, el
espacio madura
y se abre,
igual hacen
las frutas con su pulpa dulce.
El horizonte
es un detalle gris
que
se evapora
en el mismo
segundo en el que un gallo rojo
con pocas plumas negras
se detiene
bajo el sol,
observa,
y ni siquiera tiene sombra.
Se queda
quieto
y el mundo es
inmenso, mas
la quietud
del gallo
pareciera
ubicarse en el centro de toda la distancia.
Ni siquiera
parpadea,
en sus ojos,
la oscuridad se contradice
y es una
imagen permanente de luz
en la retina.
Instante en
que el gallo llega a la hermosura
y es una
bestia perpetua
e infinita,
pero el
animal
tan completo
de vida es atraído por la vida y picotea
un gusano
entre los pastos.
Toda la tarde
de enero,
todo el calor
sobre la pampa.