domingo, 30 de julio de 2017

Ricardo Rojas Ayrala


Ricardo Rojas Ayrala (CABA), Las nubes, Descierto, Buenos Aires, 2015.
















Nube tres



Igual que la flecha joven enfurecida
en su violencia de filos, de huincas y de círculos,
que resucita casi todos sus sueños, con sus palmas, 
sus insurgencias, sus hechizos y sus reclamos inmediatos,
en la matemática de las nubes más pasajeras y acompasadas,
usted, cómodamente, lo aguarda todo del cosmos, 
del aire tan enrarecido y de ciertos seres,
funambulescos, cómplices e imaginarios,
que anhelan.












Nube ocho  
La nube del geómetra



Luego, ¿qué es la nube?
Una fatalidad común de puntos que se funden en el desierto,
una intersección de ángulos desordenados y pomposos, 
una revuelta de isósceles que exigen unas cuantas cosas,
mera incertidumbre donde, perfectamente, se puede esconder
la razón de los icosaedros, estas angustias interminables,
un alterado balde con agua para Pitágoras, 
y todas, y cada una de las Armonías.













Nube dieciocho



Dos nubes solas en el cielo,
con un titubeante “dramatis personae”, 
chiquitas, débiles, como un rastro de lo fugaz.
La primera, de la izquierda, simula ser el amor
con tan poca suerte. La otra, la segunda, 
aún más chica y escuálida, simula ser 
la pasión más arrebatadora
que todavía resplandece.
¿Y todo el vacío alrededor, entonces? 
Puro desasosiego.












Nube veintiocho



Además de que teoriza desconocer el valor 
de haber amado tanto, antes, en estos estertores;
además que deduce cierto añorar en la desposesión cotidiana,
en la supervivencia de alguna cosa, ínfima, insignificante,
de mal querer de esa manera brutal en todas sus estadísticas,
como cuando una nube abandona una forma, arrebatada; 
además de que no lo sueña a usted de modo alguno,
de que no lo desea, y además de que tampoco lo piensa.
Así, tan sorprendidita de penumbras va la vida, 
en su mameluco engrasado de insurgencias, de pena
y de soledad. Simplemente para atribularnos
otra vez, con sus siniestras “boutades”.
































martes, 18 de julio de 2017

Elena Anníbali



Elena Anníbali (Córdoba), Curva de remanso, Caballo Negro, Córdoba, 2017.


















se deshace, en agua, la niebla

¿así, mi palabra?
¿así la boca desdentada
la antigua boca oscura
hacia donde toda lumbre de mí
apunta?

lumbre, ramita prendida,
palito de estrella
para el río hormigueante
de la noche?

¿te alcanzó el cuerpo, el grito,
los faros del auto,
el conocimiento de la sangre y los caminos
para entrar a la cueva y decir
Aquí el hombre
Aquí la mano del hombre
Aquí el desespero de ver?

¿entraste?

chiquito, agachado, siendo
de a ratos
mono ángel lagarto

pero
entraste?

te esperaban tus muertos
tu Eurídice
los carteles equívocos
el seco parloteo de tus sueños?

tus sueños
con su encendida serpiente
con las ruinas del dios de tus ideas
el pasto quemado, la leche
del tiempo derramado
en el azul del azul?

pero
entraste?

como si nada, empuñando
por toda llave la niebla
la ceguera, corrompido porque
el habla precede al habla en la mentira
el engaño?

qué ha sido la poesía sino
una larga pregunta, desgarro?

nacemos a ella como la húmeda cría para las hambres
del tigre

insignificancias, rastros de un grito viejo,
eco de las luces que emanan
los pantanos

¿y qué viste allí, más
que el contorno del cuerpo
viniendo de la noche
a la noche?

cuerpo solito, imperfección
de la imagen
gólem

no se puede abrir una puerta

no se puede abrir una ventana

sin pagar el precio



















estoy seca, padre? dejé de amarte o la muerte es
un soltadero de manos?

te amé alguna vez? esperé de vos, esperé
con alegría que llegaras del trabajo, o ya tenía, de nena,
el corazón seco como una rama?

me viste flotar, crecer en una miseria chiquita, me viste
ejercer, con determinación, la tristeza la mugre
el piojo, y nada se partió en luz hacia mí? nada
vino, fue mío, no fui
tu honra, padre?

desperdiciaste tu sangre? esas horas frente
al sol de noche, conmigo, a solas, las perdiste?
sentís que las perdiste? que yo era una cosa, digamos,
una cosita? como una maceta, un yuyito, el fantasma
que en fuegos, de noche, arrancaba en las lagunas
y se perdía, etéreo, en las cortinas,
en el alto y negro laurel donde posaban
las bandadas

alguna vez, mirándote a los ojos, me ofrecía a vos, te llamaba
desde lejos, diciéndote papá, papito, mírame, levantame
de este plato hondo de la amargura, dejá que sea
la criatura de tus sueños, el jardín de las delicias,
la flor de los cerezos en la boca del monstruo

algo no cuajaba en tu amor, se iba o era débil:
me penabas al rincón cuando, en el verano, me asoleaba,
buscaba bichitos, tropezaba en las latas
me hacía amiga de la sombra


estoy seca? nací seca para vos, por vos?

cómo hubiera sido encontrarte, llamarte
como un fuego en la noche y que vinieras
donde yo alzaba mi corazón entre los trapos

padre dormido, ves cómo soy?
padre dormido, estoy acá, ves cómo soy?
ves, ahora, cómo soy, si te amé o cuánto o cómo?
lo ves, lo ves,
papá,
papito?
























viernes, 14 de julio de 2017

Alberto G. Fritz



Alberto G. Fritz (Río Negro), Lo que queda del alba, Vela al Viento Ediciones Patagónicas, Comodoro Rivadavia, 2017.





















Un laberinto

El perro y yo.

Cada uno su laberinto.

Zumbido y potencia
y rapidez,
cada uno su tiempo.

Igual sustancia para la soledad.

Cada uno parodista,
cada uno Minotauro,
dando desde temprano
rasgos al vacío.













Impulso

Establecer un punto:
desde el sostenerse,
ser devorado por él.
Uno siempre decide
en la bodega de su alimento,
cuál máscara, qué belleza
o parábola bastará.
Uno elige impulso y baile
y ahonda límites como un ahogado.
A veces la lengua es fuego.
Con ella vamos disfrazados.













La imagen

Allí caída
centro descentro
la sombra.
Pero detrás
de la tupida imagen
nadie.

Se sabe
lo invisible alimenta
destellos y oscuridad
en el cuerpo del hechizo.

Prefiere uno llorar.












Lo que queda del alba

El hombre recobra un sueño
de lo que queda del alba.
Sentado, permanece entre los restos
de lo que fue una cena.
Podríamos ver en este hecho
alguna consistencia, un gesto
por ejemplo, volvería grato el silencio,
una luminosidad en el abandono de la frente
haría cierto lo ignorado.
La posibilidad de existir desborda,
pero es ahí, en esa zona de permanencia,
donde transcurre todo: desolación, movimiento,
aroma, desencuentro, inmediatez.
Sucesos que ni siquiera la nada ignora.
Las cosas que vendrán y las que están,
por siempre, en la retina de algo eterno.












Diario de Madrid

Repentinamente deja de llover.
Afuera, oscuros seres retoman calles,
bares, discursos, melodías.
Desde la habitación, un hombre observa
cómo algunos pájaros abandonan los nidos
en busca de alimento para las crías.
Cierra, al escuchar el revoloteo agitado
contra los ventanales, un libro de poemas.
Después se levanta y calienta agua para el café.
En un poema, Carver habla de su padre
y de cómo es posible estar en dos lugares
al mismo tiempo. Eso le ocurre
cuando al cruzar hacia la habitación,
fugazmente, sobre la mesa, el retrato de ella
parece observarlo.
Está aquí, solo, y allá, en el pasado,
sentado a su lado, a la vera del río, sonriendo.





















jueves, 13 de julio de 2017

Daniel Freidemberg


Daniel Freidemberg (Chaco/CABA), Antología poética, Fondo Nacional de las Artes, col. Poetas argentinos contemporáneos, 46, Buenos Aires, 2015.
























De Blues del que vuelve solo a casa (1973)



No se tienen noticias de Néstor Martins

I

Y es posible que en este momento,
                                                       de su cuerpo
se estén desprendiendo pedazos
cada vez más chicos,
–pedazos tibios, compactos, doloridos–
pedazos iracundos que ruedan
y que van desprendiendo, a su vez
más y más pedacitos
hasta entrar
               en el silencio
en el polvo dorado
de las últimas hojas que caen de este otoño.

Tal vez recorra ahora las raíces
con sus cuatro golpeados retazos de ternura,
sienta golpear la lluvia
                                     a través de sus costillas,
sienta el sonido en general
                 de nuestras cosas
                               grandes o pequeñas,

mientras su nombre anda por el invierno
con nosotros.

II

Tal vez ahora mismo
alguien,
               de pronto
esté alzando la mano,
una gran mano abrupta,
apriete bien su corazón
con esa mano
y grite,
y grite,
ante el gran desconsuelo de la muerte,

alguien
golpee las paredes de la muerte
y él,
desde cada rincón
                        de sus pedazos
                        la golpee,
y alguien,
     muerto de frío,
     triste,
     vecino
     o fugitivo
sienta
          cómo su nombre
por el viento
                     anda,

en contra de la muerte
con nosotros.      










De Diario en la crisis (1986)


¿Es este el paso?

Eugenio Montale se murió
hace algo más de un mes.
Antes dijo lo suyo y también calló
un montón de otras cosas.
¿Qué sino todo lo callado
sostiene estas imágenes
que giran ahora entre los hechos
como moscas? En esta habitación la luz
espesa es, y confusa: se puede mantener
abiertos los ojos y pensar.
¿Qué forma, al caer, como círculos de agua?
¿Qué hasta tocar las cosas y
volver? "Aquí hubo un hombre", digo, siento el
peso de las palabras
–algunas– en el alma.
¿Qué ondas hacen al hombre entre los
hechos que
zumban, asisten, no explican nada?










De Lo espeso real (1996)


La zona

"Ahora que fuimos expulsados,
gracias a Dios, del
Paraíso" dije
sobrevolado por
una tristeza
como agua estancada

–agua que refleja
los tonos del crepúsculo
(en franjas negras y naranjas)

agua
que a ratos temblaba
al fugacísimo paso de un insecto
(¿no ves ahí correrse los
pequeños círculos, los ves?)– 

y acaso miré
la masa de aire en torno
por donde avanzaban
penosamente las palabras
como si dieran por perdida
su competencia con lo real

y acaso escuchabas:
tu mano giró
como una bailarina de aire sobre sí
o como si modelara algo en la nada y
bajó
en un planear de hojas de otoño en calma
bajó
mano en sí exacta en calma
tal vez dispuesta o resignada ya a posarse en
un girón
de materia del cosmos

"¿lo comprendés?", dije, y
creí oír cantar
ya no sirenas, no, sino el
roce o contacto
entre tu mano (un modo
particular de la materia) y
aquella escena en general

"Todo está bien" dijiste o
dije y
pensé
que estábamos aún
en la zona vaga
de la que no podríamos ya salir:

tierra de nadie y ecos
de ajenas batallas,
molestias de estómago, despertar
confuso en la noche y
tantear
tratando de recordar dónde estaban las cosas,
suspirando al tocarlas.






Sean, cuando abro los ojos...

Sean, cuando abro los ojos, tus ojos,
sea un perfil que sea el tuyo,
                                  sean,
todas las veces que la distancia llame
como sirena a los desesperados,
los movimientos que te dan a ser
cual si vinieras o si te alejaras,
impronunciable, al estilo del mar
y sea,
         como la mar entonces,
         tu roce en las cosas,
venga a mí tu dolor
para que me hable, para que descanse y
sea en nos la palabra
como lo que en la niebla se acercaba
y es de niebla que su
           forma arranca: materia de fondo.






Después de haber sido arrojados...

Después de haber sido arrojados
gracias a Dios, del paraíso,
miro pasar autos.
No sé a dónde van, no sé
qué amar
de esa materia que se fuga
ni en dónde poner los recuerdos
ni en qué lengua hablar.
No he visto la
tierra arrasada
pero sé cómo es:
en vidrios rotos, reflejos de sol.
Por esas calles donde anduve, los crepúsculos
fueron escritos hace mucho
¿qué iba a hacer?
Igual que cuervos en un cuadro de Van Gogh,
que las moscas sobre una fruta vieja,
los pensamientos hacen sombra en el mundo
pero entretanto el mundo hace su juego, se alarga,
cambia de tonos, empieza a hacer calor,
nacen las lilas otra vez de la tierra,
cantan las aves, se viene la muerte.











De Cantos en la mañana vil (2001)


1. Cosas / oír / rodar

I

No hay nada, sólo cosas.

No hay nada, las cosas tampoco.

Oír afuera un rodar de las cosas
a la hora en que va a amanecer,
oír un gasto que avanza.

Algo se ha roto o nunca estuvo, ¿era el alma?
Cosas que ruedan, ahí afuera, no hay nada.

II

Así es que empieza la mañana: no con
una explosión, con un bostezo.

Así es que otra vez todo se puso a rodar.

"Y no entres manso en eso que viene, rabiá",
subía el ruido de lo que rodaba, y entré.

III

Cerrando ahora la puerta
del ascensor, buscando
la llave de la calle, mirando el tránsito:
"perdí los años que iban a venir"

"Ahora estoy libre", pensé por un
momento,
como quien cae al agua de la mañana lo pensé.

IV

Viene el verano, viene con
dolor de huesos,

viene con su estopa.

Sentado, en el recuerdo, frente a un mar
siempre recomenzado, escribo

no con palabras
sino con sombras de palabras, filtraciones
de un turbio noviembre.

V

"Amor", he escrito, yo no estoy acá.
Amor se escribe en otro lado.

VI

Entre el crujido urbano, entre el
venirse atrás del alma

Escribo contra lo mejor de mí

Para decirle que se cuide, que
no se vaya aún,
que lo que llega ante los ojos
es grande y crece como pasto en las ruinas
de lo que se llamaba el corazón

VII

Ahora, con el calor
que avanza,
tratando de aclarar un poco
las acumulaciones de la mente
oigo tu voz por el teléfono
como quien piensa "algo hay"
o "dónde estás"

y la mañana afuera es agua espesa, orín,
luz que hace mal

Espero, quiero decirte, estés a salvo
de los asedios de este mundo y otros.

VIII

Sol, además, ahí afuera eso, el sol,
que sube afuera de nosotros
Ya no es lo que llamábamos "el sol"
ni "la vida" es la vida

¿Y entonces qué habla por esta boca, la muerte?
¿Qué sobreimprime al sol esa palabra "sol"
qué alumbra o hace como que alumbra ahí?

IX

"Alguna cosa que esté bien", iba a decirte
o "pasarán por sobre mi cadáver"

Me preguntaba para qué escribir

Y no es que espere que respondan, escribo

"Tal vez aún crea" iba a decirte,
pero algo se callaba atrás

X

"Atrás, atrás", como decía el pájaro.
¿Atrás de qué?
En realidad decía "váyanse"

Ventajas de la mala traducción:

yo miro atrás a ver quién habla.

XI

No es que alguien hable, es que
lo quiero ver,
es que no entiendo que las cosas callen

es decir cosas qué hago afuera

XII

"Afuera, afuera" dicen las palabras.
"Afuera", me preguntan, "de qué"
No las escuches, yo me fui

XIII

Si la poesía, si la
pura sensitiva sale
a molestar, dejala

No es que esté bien ni mal: el alma
se deja hacer para durar

Anda en la pura duración
a falta de otra cosa, el alma

XIV

¿Y esa duración, el sol
irrealizando la pared, el ruido urbano?

"Irrealizando" escribo "la pared", escribo "el ruido",
escribo "el ruido, la pared ¿y qué?"

"Ahora" escribo, "y en la hora
                         en que lo niegue una vez más",
escribo como quien
salió a perder: "no hay nada" escribo "que perder.
No hay nada más que cosas, no hay nada".

XV

"No hay nada", dije, dispuesto a perder,
iba sin alma,
en medio de la mañana, entre los ruidos. 











De En la resaca (2007)


Mayo

Ahora que fuimos arrojados,
gracias a Dios, del Paraíso,
vemos pasar dos autos (uno
celeste, uno negro), una
                       camioneta roja, una
enorme hoja de diario, arrastrada
                         por un viento real
y, a nuestros pies, un bicho color tabaco
en el instante mismo de entrar en la muerte.
Señor por qué me abandonaste (...) Porque
Yo no existo. Anoche, en medio del
                                     chasquear de la lluvia,
bajos eléctricos y percusión y gritos:
parece una despedida, te dije, de qué.
Como empujado por los aires del mundo, el
                                                        pedazo de diario
cruzó la calle. Ahora, quieto contra la pared,
                                no significa nada. Vemos también
plumas de ave gris, una lata, agua que el aire hace
temblar.









Mayo (X)

Nubes blancuzcas a la mañana en el charco, un papel
como crucificado, también blanco, en el gris,
viento limpiando restos de oscuridad; formas, ritmos
que el mar del tiempo, en su retirada, dejó
                         a la intemperie, es decir en la luz.











De Materiales (inédito)


Real

I

Real es lo que
resiste,
ahí
donde el
ángel
precario
que te habita
patalea enojado.

Real es lo que
responde
lo que no preguntaste.

II

Real es lo
que resiste, hay
un mundo en
el mundo

y un zapato
dos
zapatos
y un hilo naranja

ya sin naranja

ya sin nada que atar.

III

Real es
lo que
no da paso

o lo da,

lo que
no espera
que lo pienses:

"futuro" y
"pasado", esas
palabras
endurecidas por
el aire invernal,

letras
pintadas
en la vidriera
de la mente,

ceden.

Y la mañana
se termina y
al rato oscurece
fuera de todo
lo que
tengas que decir

y todo lo que
va a venir
tarde o temprano
etcétera.

La mano que
dejó la taza
tiembla al
anotar
esa palabra
que después va a tachar.

La mano que
dejó la taza
y al lado la taza
y una pantalla
que acá se abre
como el mundo
pero no es el mundo.

Bombas racimo y
fósforo blanco:
eso es el mundo,

y hojas caídas
del diario de ayer

y el canto del
siniestro pájaro
de las madrugadas
cuando ya no
puede ser tarde
ni alcanza a ser temprano,

y el sabor del arándano
y la tibieza de una piel.

Real es lo que
resiste, a
quién
le importa el
nombre
que vayas a darle:

eso que
viene y
se inter-
pone, entre
vos y la vida
es la vida.

Cuerpo en
el aire que
resiste el aire
que lo resiste,
materia en
gloria
de existir:

eso que viene a
darte a ser
en el mundo
lo que
sos del mundo.

¿o no
sos 
mundo?


























   

martes, 11 de julio de 2017

Analía Pinto



Analía Pinto (Avellaneda/La Plata, Buenos Aires), Orozquianas, EDULP, 2017, libro digital disponible en http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/59418.

















como aquellos que saben que la vida es ausencia amordazada
Olga Orozco


como aquellos que saben
que hay quienes no van a volver
por más que insistamos
pongamos piedras o flores en su altar
hagamos versos o plegarias
digamos palabras quedas o gritos destemplados
remarcarán que todo es impertinente y vacío
que nada tiene por qué o cómo
ni tan siquiera para qué
que apenas hay algo que puede ser un acaso
y que tampoco es muy certero

como aquellos que lo saben
entonces
caminamos como si supiéramos todo
y a veces hasta sonreímos

(la ausencia se perpetúa por detrás
como una cicatriz torpemente disimulada)

















 Y aspira el corazón de cada uno hasta el fondo del otro corazón
 Olga Orozco


nunca deseé yo tanto
nunca quise tanto que un corazón
respondiera con su tam-tam al mío

nunca quise tanto que otra piel
viniera a refundar la mía
con la misma voracidad
de un conquistador en tierras lejanas

nunca deseé tanto que alguien
descubriera los encantos que descubro
alumbro y eternizo dentro mío

nunca entendí que todo estaba aquí
que la hechicera dormía como una princesa
que sólo había que despertarla
y dejarla hacer sus pociones tranquila

ahora ella hará realidad todo lo que deseo
aunque griten que no
los cuervos de antaño


















Cautiva en esta piel
Olga Orozco


metida dentro de este haz
de estas dentelladas ciegas que doy sin respiro
metida dentro de esta luz
tan metida que sólo se inquieta la superficie
cuando la ronda tu figura
como un felino dios que la atisbara
entre sus bigotes y las sombras

metida dentro de esta piel
que se agita si la nombrás
y como una flor sensitiva
se irisa se tensa se inflama
quiere expandirse estirarse
hasta rodearte
y que así la lleves
cautiva prisionera
para siempre atrapada en vos

tan contenta
al fin














Yo, que aspiraba a ser arrebatada en plena juventud
por un huracán de fuego
Olga Orozco


y aún aspiro
a que un huracán de fuego furioso
me arrebate a su centro
me deshaga
y tome de mí lo que más quiera

aún aspiro
a convertirme en un punto ígneo
en el péndulo más vertiginoso

aún aspiro
a que el ardor jamás se extinga
a que la pasión me sumerja en sus aguas

aspiro
a llevar tu sabor
prendido en la lengua para siempre