María Julia
Magistratti (CABA), Pueblo, imagen de tapa de Sebastián Miquel, La Gran
Nilson, Buenos Aires, 2016.
Colaboración de Javier Saleh.
El eclipse
Con un carbón te pintaste la cara
y tomaste el camino al espejo.
Alguien gritó “vengan a ver el
eclipse”
y te quedaste alzada en tus
propios brazos. Inmensa de tan triste.
Primitiva de la naturaleza.
Una madre apuró un pañuelo por si
alguien decidía llorar.
-Lo que le sucede al planeta, nos
sucede.
Lo has sentido cuando remontaste
un barrilete
o bebiste con sed de un canal en
el Perú-
Ya puedes volver a todos los
espejos,
dejar piedras en los caminos
para que algo tocado por tu mano
se incorpore al mundo,
o criar a tu conejo de la suerte
afinar los pastos
encontrar tu trébol.
Siempre llega el eclipse cuando
están las madres cerca.
Y su secuela
en la costura recién abandonada,
seguirá en los años,
comiéndote los ojos.
El agua que chifla sola hirviendo
en la cocina;
el gusano del durazno sumergido
en su placenta;
el huevo que siempre cae cuando
hay un eclipse.
Mi madre es la que gritó, con la
blusa a medio prender, y
el cuello extendido al cielo.
Alguien había dejado un libro sin
señalar, otro la taza por la mitad
y una sábana mojada.
Y yo no caía en cuenta.
A la hora del eclipse, mi madre
era una niña olvidadiza, tremenda
de sol,
que yo taparía con tierra.
Tormentas
Alguien suelta los alguaciles
y prueba la explosión de los animales sobre parabrisas.
Tendrás que apurarte.
Hay tormentas que te seguirán corriendo de día en día
como una sombra.
Una vez oídas, tus células reaccionarán ante los mares
y a esos lagos que se incorporaron a tu tristeza como una saladura.
A la primera gota, salen los dados del cubilete
y las viejas cierran la canasta impura
antes que la lluvia se lleve el pozo
- cada casa en las noches de tormenta queda hueca -
Hay rayos que caen antes de llegar a tierra y son para siempre.
Nos quedamos quietos
como si hubiéramos odiado mucho.
Hay tormentas que te seguirán corriendo de día en día
como una sombra.
Una vez oídas, tus células reaccionarán ante los mares
y a esos lagos que se incorporaron a tu tristeza como una saladura.
A la primera gota, salen los dados del cubilete
y las viejas cierran la canasta impura
antes que la lluvia se lleve el pozo
- cada casa en las noches de tormenta queda hueca -
Hay rayos que caen antes de llegar a tierra y son para siempre.
Nos quedamos quietos
como si hubiéramos odiado mucho.
Cementerio
Hay tres tumbas en el cementerio de mi pueblo.
Y se le van a marchitar las flores.
Sin raíces ocupo los floreros de bronce,
ardo en sol de losa
y veo
a los que están entrando y saliendo
como hongos del planeta
muertos que llueven muertos
y es gástrica la tierra
gasta leche, frutas, piedras
de naturaleza aérea.
El olor que sale de mí
son todos los perfumes
retirándose del mundo.
Lo que va a vivir
hay que arrojárselo primero
a los muertos.
Youth
Mi padre me ha enseñado a morir joven,
es como haber tenido varicela
una vez:
no vuelve a repetirse.
Pero regresemos a la vida, a los tapiales que
trepamos, lo bueno
que tiene todavía es que
siempre hay un sitio con agua
para mojar las rodillas sangrando
por los vidrios de las botellas rotas
que ahuyentan a los gatos de las casas.
La vida construye sus infiernos.
Hace hombres que odian
enredaderas,
colibríes cardíacos,
pasiones que llegan a viejas con el tronco seco.
Y conserva fotos que no querríamos volver a ver,
como la de cuando teníamos cuatro años,
y el padre no está ni dentro ni fuera del cuadro
porque nos enseñaba a morir jóvenes.
La
noche
Adentro de la noche
están todas las noches del mundo
y las puertas que
atravesaste con la mente.
Adentro está la
noche blanca en Laos, todavía;
los meteoros en
Bohol, Filipinas
las promesas que
nunca tocan tierra
sus delicados
pedazos solos
girando hacia
adelante y atrás
como un astro
suelto en el aire.
Las manzanas, los
suspiros, lo entredicho,
los colibríes, los
dientes.
Mirar el lucero.
Todo está adentro
de la noche
y a merced del
despojo.
Cuando te miran es
el encierro.
Cuando te llaman es
la sospecha.
Todas son
preguntas. Lo que tocás es una pregunta.
Lo que ves, una
pregunta que recarga los objetos.
Y cada tanto
hogueritas, puentes, núcleos
agujeros
y adentro
vos y yo en todas
las épocas.
Es así el oficio de
sobrevivientes.
Adentro de la noche
está la noche y están todas las palabras,
todas las vacas que
comimos,
un pájaro en el
aire, la cabeza parda
de un niño nacido.
Todas las cosas
mareadas,
el incontenible
burbujeo de los desesperados
las manos pidiendo,
los muertos
baldíos,
vos y yo
corridos por
humores,
acumulando sangre,
durmiendo genes
aturdidos
amaestrados
solos.
Vos y yo en todas
las épocas.
Es el mundo viejo
rascándose la úlcera.
La temperatura de
todos los partos.
Una hormiga
sucediendo entre tréboles.
Un trozo de pan.
Un grillo.
Un país.
Casi que
desaparecemos ya.
Carnívoros, espaciales.
Vos y yo.
Despedite del celo.
Armá tu misa.
Secá los secretos
que una vez guardaste.
Despistá la vida
que embiste ahora como un océano
a tu alrededor.
Lámpara sola,
escapá.
Puerta del
universo, abrite.