Fernando Gabriel Caniza (CABA), A nadie le importa, La Gran Nilson, Buenos Aires, 2016.
Ficciones
La nostalgia confunde
distorsiona eso que evoca.
Fantasmas de galera
con tono imperativo reclaman
faena de oraciones
cacerolas batientes
restauración del mando.
Su-realidad vencedora
ejerce sin límites
en terreno apropiado
legiones poseedoras
con sus cucardas
espantan a la plebe
dispersan efluvios
sobre avenida Santa Fe
para que vuelva a convertirse
desde plaza San Martín
hasta La Rural, en una carretera
de sentido único
con su mano invisible
de orden y progreso.
El grito
infinito
No
avanzar, stop,
un alto en la huella
el mundo
se detiene
al menos
un rato
Caminabas
hipersensible sobre puente Alsina,
en color
sepia, inescrutable,
una
silueta de otro siglo.
Tu
imaginación se puebla
de
gritos y de sombras
salidos
de cavernas
nervios
crujen, se resienten
un deja vú interminable.
Pájaros
traen en sus plumas verdades enlatadas
para
supermercados
Sin
moverse, a pesar de la
penumbra
de sus aguas, se avizora Riachuelo fundido en metales
sobras
del gatillo fácil.
Estruendo
mudo
se
apodera de tu sistema. Pronto tu cabeza será
un
sonajero para niños, recuerdo de compañeros anomalía de la memoria.
Lo que
resuena en
brumas
agitadas es
frío
inyectado en los huesos.
Agitación
en serie
cada
noche de vigilia
entre
plegarias, sentidos
de un
barrio al sur.
En
un instante desaparece la calma pedazos de cristales quejidos de sirena nos
arrullan gatos en celo
disparados
en coro, reavivan sueños muy oscuros.
Despertamos
sin
regresar
al profundo azul
hay
quienes eligen
enfocarse
en alertas
salir
y ver qué pasa
mientras
el resto permanece encerrado detrás de las cortinas
sueñan con ovejas eléctricas
entre
bloques de cemento.