Néstor Colón (CABA), Casta vulgata, Lamás Médula, Buenos Aires, 2014.
Enero
Emilia, con lento arte, maniobra un pescado muerto, lo levanta por la
cola, lo hace brillar contra el horizonte y, sonora, ríe, como por escamas,
entrecortada, ríe, interrumpiendo un epitafio de Lee Masters que el viento trae
en la delgada voz de Lisa, ahora recostada
contra un viejo paraíso“Sin embargo al
principio fue una clara visión, un objetivo noble y apremiante de mi alma…”
Lee Lisa.
Marzo
Conspira, Lisa, el tiempo conspira contra todo. Y también contra el
apetito de tu ojo. No obstante, nosotros adherimos, le damos crédito a tu mirada que recorre la extensa superficie de
asfalto desparejo en la deshabitada playa de estacionamiento. A izquierda y
derecha, medianeras de altos edificios erigen su ceguera de hormigón.
Y a medida que la madrugada, en tu ojo, avanza, los detalles se depuran
en exceso: el trazo perdurable de un neumático forzado a girar en un ángulo
pequeño, un ticket semihundido en un charco de nafta revela la tipográfica
nulidad de una hora, espesas gotas de aceite, en repetidos pormenores, retienen
en sus contornos la imagen absoluta de la luna.
Hasta aquí desenrollamos la madeja con un aceptable manejo de estilo, mas la combinación del
oxígeno con un elemento, el signo –por ejemplo–, produce un ácido aspecto.
Óxido sobre todo. Sobre los hierros abandonados en el baldío se
desarrolla la sin igual combinación. Entre los yuyos, descoloridos y resecos
por el sol, latones y chapitas: inmorales metáforas que han venido a dar aquí
por inservibles a la cadena de producción.
Así se desarrolla la belleza, sin que podamos hacer nada. Juguetes
molidos por el tiempo, fugaces infancias desempolvándose en finísimas capas de
óxido sobre un cuerpo muerto,
semienterrado.
Mayo
Tarde,
monocorde,
llega tu esposo,
Emilia.
Llega Humberto
con un toque de
angustia en la cabeza,
como flotando en un
verso,
viene con el nunca
resuelto
problema de la
fidelidad
de la lengua.
En este caso,
de la lengua para
afuera…
[...]