Paula Giglio (Córdoba/Buenos Aires), En el cuerpo, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2016.
Puntos de vista
1
En este paisaje
las nubes van
quedando abajo.
Aparece y
desaparece
una vida en
miniatura.
Si me lo propongo,
este espacio puede
ser mi hogar.
La calidez no se
pierde
a pesar de los
roles.
Hasta podría
cuidar una planta
de interior
presurizado
a diez mil metros
de altura.
Viviría más tiempo
que las plantas de
la tierra;
el viento le
resultaría un monstruo.
2
Me traslado a lo
que podría ser
una miga de pan en
el mapa.
Viaje de un
espacio a otro
pero viaje en el
tiempo: todo es colonial.
El mar será el
elemento uniforme,
una pizca de “soy
siempre la misma”.
No se puede fumar
con tanto sol.
Todo es verde y
gotea,
inunda los ojos que
se agrandan
con cada insecto
que aparece.
Paseamos y te
cuento
de la vez que
alimenté cangrejos
con galletitas Toddy.
Terreno extremo,
con altibajos
y vegetación
rarísima.
Por fuera de esta
mole
nos acecha el mar.
Al pie de las olas
se respira distinto:
he aquí el
corazón, pero
¿cuál es la sangre
de una isla?
3
A veces, una
persona
es un cuerpo lleno
de arena
que adquiere el
gesto
de la preocupación
y no logra salir
de ahí.
¿Qué forma tomar,
ahora
que ya no tengo
bronca?
No se distingue
entre el nublado
y este color de
cielo atardecido.
Se ha dicho: lo
más difícil
de ser feliz es
darse cuenta.
De a ratos, soy la
carne
que el mar sala a
cachetazos.
El viento parece
escupido
por la boca de un
dragón.
4
Tender la ropa
como quien se alza
políticamente.
Colgar las
sábanas, plantar bandera.
Ser la nueva, la
recién llegada,
asentarse;
delimitar espacios
con paredes
blancas que mueve el viento.
5
Viene y enseguida
se va
trayendo caracoles:
huesos, en cierta
forma.
Pienso en la
última vez
que me fui de
viaje.
Cuando volví
todo estaba muerto
y roto.
Al instante se cortó
la luz:
las plantas, el
escalón, tu sombra,
nada de eso
existía.
6
Dos manos
con un puñado de
agua
se dicen dueñas
del mar
en una forma
minúscula
que también
excede.
7
Nos permiten
acampar
en la zona
inhabitada.
Cocino, preparo un
hechizo
y musitamos cosas.
Pero toda palabra
relacionada con el
fuego
se extingue.
Una coma mal dicha
también deforma el
sentido.
Será mejor no
decir nada,
comer en
penumbras,
aflojar la tierra
con el dedo.
8
Me vuelvo con la sensación
de haber dejado de
creer.
No es único ni
absoluto:
el mar se confunde
con cualquier cosa
capaz de romper y
expandirse.
Gravedad
Pareciera que respondemos
a los vicios de la naturaleza.
Algo se cae y alguien lo levanta:
es un instante.
De lo contrario, la gravedad se ensaña
con el vaso de vidrio,
aunque después se arrepiente
y nos deja pegar los zapatos al piso
también la escoba
y todos los vidriecitos quietos
a la espera de las leyes de movimiento.
Principio antrópico
Una palabra más
y se rompe el equilibrio.
El agua líquida no es casual;
tampoco la distancia
entre el Sol y la Tierra:
un poco más acá, y seríamos vapor;
un poco más allá, y seríamos de hielo.