domingo, 21 de agosto de 2016

Melisa Mauriño


Melisa Mauriño (Buenos Aires), La piel de la oruga, Viajero Insomne, Buenos Aires, 2016.



















La llaga

No sé por qué me asedian
los primeros filamentos
del ocaso que se vuelca
sobre la esquina, pintarrajeada
donde yo señalo con mi dedo justo ahí
voraz

se hunde con la rapidez
de un golpe que se repite
pero no llega
a tocarme, pero no llega
a herirme de muerte. Duele
en un lugar oscuro
que borro con mi dedo: señala
el vacío donde cae
por su peso
el faldón de la noche

escarbo en mi cabeza, abro
con la hoja de mi uña
la cáscara antigua llaga
es que me hice de tanto pensar

de tanto escarbar para extraerme
extrañarme fugarme
de la jaula de hueso que mordí
que lamí, hasta hacer
fondo blanco

¡cómo brillaba! relucía como el arma
debajo de la cama de mis padres
cuando niña

la acaricio y la beso para la suerte
apunto al sol
cerrando un ojo
lo apago, no está
es oscuro
el después, esta noche recuerdo

ayer y hoy
soltarme el pelo
apuntarme a la sien
con el dedo
la uña húmeda
roja de escarbar
en la llaga que no sana

apuntarme y volar
la tapa de mis sesos
como si fueran palabras, papel picado
una piñata
agujereada como un cráneo
y ni una gota
de remordimiento por el crimen que une
en santo sacramento
a quien es víctima
y asesino.












La máquina del tiempo

Sobre la mano abierta
sigo a dedo
las líneas de mi vida
esos rayones como nervaduras

un mapa de las calles
que recorrimos juntos
hasta perdernos
de vista

colgado del límite
de todo lo que existe sin decirse
encontré
el último capullo dorado

ahora se abre y yo
tengo que cerrar los ojos
para no ver esa luz
que nos parte

mi cuerpo calla

leo en la palma
mi propio rostro
los tallos desnudos
a tu regreso

escucho a las orugas
masticar las hojas

el sonido de la lluvia
el siseo del fuego
tu carta que se arruga
como un puño cerrado.












El día después de los humanos

Hablábamos
pero no por hablar
de la lluvia o el suicidio
sino para hacerlo
un poco menos difícil
estando en el aire
todo eso

mis codos
en el mantel de hule
pintado a la mesa
las tardes de calor,
el redoble metálico de tus dedos
desafinando otra canción pasada
de moda, pegadiza
pegajosa
como la tarde

dijiste que el día
después de los humanos
los leones se echarían al sol
en Central Park,
pensé la libertad
cuesta años
de encierro

dijiste también
que el verde cubriría el cemento
y treparían las hojas
los rascacielos,
pensé en los árboles
que vi talar
porque sus raíces rompen
las veredas y los desvíos
son peligrosos

el día después
de los humanos
el sol inicia su descenso
y las sombras
en el agua se mueven
del color de la sangre y tiemblan
hasta ahogarse
o aprender a nadar

dijiste me gusta 
fingir el fin del mundo
para morir un rato
en el cuerpo de otra mujer

pensé el fin del mundo
es todos los días
para el león
que ve caer al sol
en su jaula, para la hoja
que se desprende
del árbol y también
para el amante y lo que arranca
de sus ojos la lluvia
el día después
del amor.




































miércoles, 17 de agosto de 2016

Rubén Guerrero


Rubén Guerrero (CABA), Ahora que estamos en verano, Zindo & Gafuri, Buenos Aires, 2016.




           

















                                
Los broches

Ponía los broches sobre la ropa de manera que tres broches
abarcaran tres prendas y media.
Distribuía todo
éramos cinco y no sobraba nunca
nada.
La mermelada de la tarde, los cinco en la mesa, el televisor  encendido
ella distribuía el pan, el mate cocido 
y ninguno
de los cinco
hablaba
porque no pensábamos en que la falta era un impedimento,
no pensábamos en eso.
El mundo era
ella
distribuyéndolo todo. 









Vuelta

Es un bondi
es una situación inicial
después las ventanillas dirán
si duele, si vuela algo
quizá una ropa no es suficiente y tampoco
mirar como un otro mira
y hasta ahí se llega
después
siempre
me bajo
pongo un pie en el estribo
el otro pie
en el aire
y me bajo
como si bajara a alguien más









Un poema por día

Levantarme temprano. Escribir. Sacar la basura. Escribir. Hacer mate. Café con leche. Trabajar. Volver. Ver los goles de la fecha. Regar las plantas, el balcón de las plantas, las plantas de ella, el balcón lleno de plantas de ella.
Un poema por día, uno.
El departamento es muy chico.

























martes, 16 de agosto de 2016

Caro García Vautier


Caro García Vautier (CABA), La Discrepancia, Juana Ramírez, Buenos Aires, 2016.






















Entre los pliegues de un papel, crepé

                                                                          a Eduardo Espina

no recuerdo dónde está enterrada mi madre

no sé qué hay de cierto de filigrana disgregándose
solapado el ladrido de esa nena envuelta
aún el hueco en la arena permanece intacto

no recuerdo dónde 

a quién debo lo que hace falta?
a la noche que sigue delante por cubrir la desnudez
los delantales de lo incierto

pero lo que avanza es tu carencia
rutilante abierta 
a las inclemencias del tiempo
que te detiene y viste
una dádiva en la oscuridad

dónde está?

desaforada en lo que huele de ser ondulaba
crepitando en círculos desoí

el crujido animal

cajita  rota  el salto
equilibro hojas trizas revuelo
patadas costras de papel arrugado
increpan 

enterrada?

cómo distraer de lo alto? 
si orificios delatan anfibios resaltan
si puente atraviesa ponte decrece 
acróbata dispersa  dispara

lo que acribilla, te vuelve criminal?
malcriada en el brillo
dolida

recuerdo madre?

quito una pena que apelmaza lo hondo
no hago pie en el sentido, trastabilla
agazapa encalla en tu costado 
filoso chilla, tajos en el pan 
erosionado, amuchás los gajos esparciéndolos
un salpicón de migajas 
tu cuerpo, la palabra incorporada


recuerdo está dónde?

cóncavo mirar trastoca el caparazón 
sin razón ni escapatoria
sólo el roce de ser introvertido el mar
expulsando las razones en humos disolviéndolas
ya no las acapara

no había plegaria ascensor sino palpitaciones 
                                                                      leves
salvar las distancias nunca fue mi fuerte
una abertura o 
me abducía
lo intrépido de ser desigual:
la discrepancia








domingo, 14 de agosto de 2016

Jotaele Andrade



Jotaele Andrade (Azul, Buenos Aires (CABA), La rosa orgiástica, Añosluz, Buenos Aires, 2016.


























¿El guante y la forma de la mano hacen la realidad?

si fuese
la realidad
cuanto el espejo devuelve

y toma y simula

o ambas cosas

digo realidad
como digo mundo
plátano
el gesto habitual
de abrir la mano o los ojos
y expulsar una materia
que crea pájaros
y el canto de los pájaros
y la nube
y sus hilachas tejidas por el aire

pero la realidad es un pozo que se vacía
y obtiene así
su sentido

y a la vez llena otro pozo
de sí misma

digo
digamos

una vez
como desde un sueño
brotó una naranja

-te la dio tu madre o un hermano
o la abuela-

pero fue tu primera naranja:

un astro oloroso y dulzón
en medio de la tarde
o de tus ojos

¿qué hubo allí
entre ese fruto y tu mano
y tu existencia
digo?

¿un pacto?

¿una correspondencia ardiente
y asombrosa
por la que llegarías
más tarde
al agua agridulce
del consuelo
a aceptar el callado prodigio
de cuanto existe y excede
tu intimidad?

¿la tentativa posible de un mundo hecho
con la porosa piel de las naranjas?

no
no confundamos
la forma de la mano con el guante

¿basta tu existencia para que la luz tome su forma definitiva?

tu silencio
pesado
basta

y la realidad pasa su hilo
por el ojo alborotado
de tu cuerpo

la realidad:

el zumbido de un insecto en la oscuridad de un cuarto
donde estás solo













La rosa que digo es la rosa que callo

¿quiero decir la vida
cuando digo con mi aliento
el aliento de las cosas?

¿el mundo que nombro es todo cosa
y es su temblor de no ser en los charcos
y es
también
la rosa?

¿esa rosa digo?

¿que se ha vestido en el éxtasis?
¿que se une y se desmiembra para el goce total de la muerte
con las lenguas del sol rozándole
con las manos del aire esparciendo sus pétalos
con el zumbido de los insectos que muerden
su tallo?

¿por qué rosa
esta rosa que es mundo?

¿por qué orgiástica?

¿porque se da a la lluvia
y al aire
y más y más se abre
como un infinito ávido de sí?

¿porque se desflora de sí misma
y se hace otra
y nunca cambia?

¿porque es la pena y sus patas quebradas
porque es la alegría y su boca cantarina?

pero qué rosa digo
¿ésta que callo?

no esa hecha de sépalos
y de estambres y pistilos

ni de la rosa es la rosa
ni el escaramujo
no la floribunda
no la eglanteria
ni la damascena en flor

¿o hablo de esa rosa y confundo
su carne
asediada
con la mía?

¿digo la rosa total
de lo que en sí existe
y se sabe y no?

¿todos los ruidos donde la vida se es
un colmenar junto con el oso
y su pelambre enmielada y su garra
y su hocico              
llenos de miel y de abejas muertas?

¿y las vidas humanas que nunca untarán una tostada?

¿sí?
¿esa rosa digo?

¿quiero decir la vida
en toda cosa?

¿esa flor
inhumana?

¿cada latido
cada vibración
una infinita melodía que canto
que cantamos
y nos dice
y se dice?



¿la rosa que digo es la que callo en esa orgía de existir y ser una sola?












Una fruta anómala

quizás nos conmueva
el amor
porque todo amor
es la emoción tonta
de caminar sobre una soga tensada sobre un abismo

o porque el mundo
adelanta su pie
doloroso

y el deseo
instala
su mano enguantada

y acaso
este pequeño amor
no es otra cosa
que un puñado de arena
contra el viento
entre todas las historias de amor
que han sido
en este mundo

y tal vez
por eso nos conmueve
en el fuego
la agonía de cuanto se revuelve
y crepita
hasta ser
arrojado a sus cenizas

y el niño
que entierra su inocencia
con el gato
o el avechucho

y el mármol
que ennegrece
en lápidas
y estatuas

digo que hay una terrible
correspondencia

una íntima simetría
entre aquello
que llega a su fondo
o muda
violentamente
con tu mano y la mía
entrelazadas

este puño que pende de nosotros
como una fruta anómala












La rosa orgiástica

yo parí a mi madre y retuve
entre mis manos
sus huesos de pájaro

y esos pobres huesos
crujen
y tratan de elevarse
porque un hijo no es otra cosa que una piedra o una cuchillada sobre el lomo

nadie debió esperarme más que yo mismo
más que mi sombra escondida
todavía
en la memoria del mundo

y si me abrazó el desierto
si el sol cavó en mi carne
fue porque soy proclive a desgastarme contra las cosas

porque veo reinos que se devastan y se construyen
cada vez que aletea
cualquier insecto

y porque yo inclino mi testuz ante lo instantáneo
pues sé que lo único que perdura entre los días
es el mineral
indivisible
del misterio

y acaso los huesos desperdigados de lo perdido
que buscamos como perros
o huérfanos

yo parí mi propio nacimiento

soy de una edad labrada en el terror del pájaro
apedreado

mi pena es una rosa orgiástica












































sábado, 13 de agosto de 2016

Diego L. García


Diego L. García (Berazategui, Buenos Aires), esa trampa de ver, Añosluz, Buenos Aires, 2016.






































                                    Brilliant True-to-Life Color Television (…)
                                    RCA, 1966

casi a la vida igual / el color
exacto de la felicidad en la mirada
a un botón de la mano / ellos sonríen
con sus trajes y sus flores automáticas
en el afiche / él pagará
e irán a casa a mirar sus años
en el tubo brillante
de un mundo perfecto
……
“todo lo que siempre quisiste”
……
“llena tu ojo / llena tus oídos!”












en Utopía no agujerean los estómagos
por una hamburguesa exótica / nadie
conoce esas salsas nuevas ni
tampoco tiene estómago factible
de ser arrollado por el alud
de un cazador sin freno que pasa
sobre sí mismo y en breves
fogonazos se mira las manos / quiere
lavar sus palabras pero
repite el menú
sentado en un bar de juguete
bebiendo el ojo
que le falta
……
acelera por la ruta y se pierde
van detrás las ovejas
ya muertas












leemos el término “texteo” como fuerza de una aguja
que ya no talla en piedra ni moja de tinta sino
que envía un paño tramado con binarios espacios
de tela y vacío para leer ahí un tiempo en
que lo dicho es más una cuestión de yemas
advirtiendo verdad o transparencia / podríase
leer así la poesía? es decir tocando la falta
de un objeto / un cuerpo que no / un silencio
estirado en líneas y puntos pero que en el fondo
los sensores de la piel traducirían “acá estuvo
en algún momento la palabra”












ellos miran / con sus trajes raídos
y sombreros que cubren la tristeza
un cartel de sopa diaria a noventa centavos
desde el interior alguien dice “he
llegado al valor de mis pies inservibles”
la hora del almuerzo es lo que la cacería deja
sobre un mantel de hule / no hay
previsión meteorológica cuando la lava
arrecia / entonces entrarán también
y agradecerán que la nieve no los ha enterrado
más tarde otros aceptarán el mismo
peso sobre las fichas del progreso / viejas ya
sin juego donde las reciban




































viernes, 12 de agosto de 2016

Maite Esquerré


Maite Esquerré (CABA), Nina nombre de guerra, Deacá, Villa Mercedes, 2016.






















Nina nombre de guerra

mamá cuando eras nina
cuando eras niña jugabas
cuando eras nina con un arma
había otra al nombrarte
muñeca clandestina
cambiaste el pelo la voz
se te cayeron los dientes
te ataban? estabas ahí? para ver?
caer? romperte en mil?












Efímera

ni siquiera es tuyo ese cuerpo
robado bajo cruces que no aprendiste
sobre el pucho la vida rezaba
la puta la jodida
hablaste del condenado
de lo intransferible
estoy prendida
la muerte es un sentimiento único












Vale casa

indolentes estos cadáveres
que se van dando la espalda
un verde suave achaparrado
al fin son livianas
nuestras casas
como destinos únicos
te metiste en mi boca
y tuve voz













Butoh


de espaldas
tiesa a un costado de la cama
se te ve el omóplato
la carne no encuentra lugar
en vos
no es el rezo tu sosiego
sino el pucho que escondés
en el baño
mientras los huesos
de a poco
se hacen protagonistas












La vida imaginada

me preguntás
si soy la que sostiene el chumbo
la guerra trae fotos sin olor
nos acostumbramos a usar
un solo sentido
se educa para la paz
los bolsillos rotos las palabras
no tienen gusto
me pinto de negro la cara
y salgo a la calle
no es bailar desnuda
sino la piel blanca
lo que me avergüenza
escribís cartas para morir menos
la radiografía…
un poema de artaud
si los hubiera
quiero abrazarte
pero te espío
hay chicos jugando a la pelota
y uno me apunta fuera de foco
sin carne
no hay cuchillo que clave