martes, 20 de julio de 2021

Marcelo Dughetti

 

Marcelo Dughetti
(Villa María, 1970)

No sabrías escribir mi nombre, Villa María, Mascarón de proa, 2019.



















Saltó de un montón de piedras

se hizo grande

se sentó a mi mesa

y comió de mi mano

hermanito

fue su primera palabra

y después

no abandonó los diminutivos

así que no lo pisen

cuídenlo

es lo más pequeño de este mundo

y los necesita

hay cazuelos con agua

y migas de pan

por toda la casa.

 

 

 

 

 

 

 

Entonces si sos un gato

deberías tener bigotes de cuerda de guitarra

y cantar como un violín

que es lo más hermoso que se oye

en la vereda del sol

todas las tardes al caer la luna.

 

 

 

 

 

 

 

¿Y si corremos en la dirección opuesta?

Y de tan minúsculo el molusco

alimenta a una ballena.

¿Y si fueras una ballena?

O acaso si fueras una botella

que vacía lleva un barquito

en la panza

y de tan vacía y tan llena

navega de costado

todas las tardes

al caer la luna.

 

 

 

 

 

 

 

No en la bandera de este mástil

estás

más allá

como una semilla de sésamo

perdida bajo la mesada

donde suceden cosas

que solo los ojos de los chinos pueden ver.

¡Ay hermanito, desde que viniste al sol

te buscamos!

 

 

 

 

 

 

 

Cuando vi mi primer murciélago

era como vos, la semilla de otra semilla

el encanto de una flor naranja

los murciélagos son ángeles fruteros

soy pastor de murciélagos

y en las galerías de la noche los oigo dormir

ya les pedí de rodillas

y aceptaron gustosos

buscarte en el corazón de las manzanas.

 

 

 

 

 

 

 

¿Y si sos un murciélago?

¿Si se mancha tu radar de fruta fresca?

¿Si sabés la dirección de los naranjos

y de los tigres con sus cabezotas llenas de azahares?

¿Y del amor entre tus alas de insecto?

¿Si en la caída del sol está tu vida?

¿Siempre tu vida lunar

atestada de peligros?

 

 

 

 

 

 

 

Anoche me visitaron los murciélagos

traían mandarinas y flores

están tristes

dicen que la colonia está enferma

sabés

sobre los campos pasan aviones

plateados

y rojos

aviones

los aviones arrojan la peste sobre los campos

y el murciélago frutero muere.

Y con el murciélago el fruto, el árbol.

 


Hoy en la colonia había murmullo, inquietud. 

 

 

 

 

 

 

 

Todos los hombres y las mujeres

me temen

dicen que te busco demasiado

pero si te pisan me muero

yo alfombré la casa con papel de arroz

para que vinieras

te vi saltar 

y hacerte grande

sentarte a mi mesa

comer de mi mano

y escuché tu voz como el rumor en las colonias.