Bárbara Alí (Buenos Aires, 1984)
La mancha de los días [2016], reed. Buenos Aires, Kintsugi, 2020.
Decir algo
del espacio
donde se existió
no es fácil.
Imitar los movimientos
que caracterizan la existencia:
la boca del pez
que se abre
que se cierra
para comer.
Emitir sonido
forzar sus tonos
una música sobre
otra música
¿no es tapar
una lengua
con otra?
¿Qué suena
en la interferencia
sino el ruido
de lo que no llega
a escucharse?
Algo como el sonido
del croar de las ranas
confundido
con el de la luz eléctrica.
Como el árbol
visto desde
una cámara satelital:
una mancha de un verde
discontinuo.
La dificultad
de percibir
dónde las ramas
se unen
al tronco.
Cuándo y dónde
lo que era uno
creció
hasta volverse
inabarcable.
Cada rama
una huella del deseo
de luz.
¿Son las manchas
de sombra
sobre la tierra
la prueba
de la lejanía?
Hoy vi una nube gris
en el centro de tus ojos
tuve miedo de nombrarla
a veces
lo que se nombra
se vuelve
real.
Por eso
mejor llegar
a tu habitación
y mirar en silencio
las manchas de la pared
hasta recordar
su historia.
Las marcas violáceas
del vino derramado
el hueco del puño
que una vez
golpeó la pared.
¿Es el tiempo
como el viento
que arrastra polvo
y opaca
la claridad
de los vidrios
e impide ver
más allá?
¿En qué idioma
está escrito
lo que está
tapado
por la mancha?
En qué lengua
se escribieron
padre
cuerpo
camino?
¿Con qué palabras
narrar la niebla?
Sólo emergen
onomatopeyas
como una posible
traducción.
Luego fue el intento
de describir el sueño:
veía la ola venir
alta y oscura
quedaba bajo su sombra
sin poder divisar la orilla.
Me dijiste que buscara
soñar con el cielo
que así
saldría a flote
que afuera
había mucho
para ver.
Pensé, entonces:
¿cómo se sube
a la superficie
sino es haciendo
fuerza
contra el fondo?
¿Es el fondo
lo que destila
suciedad
y forma la mancha?
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