Javier Roldán (Merlo, Buenos Aires/CABA), La extraña Dama, Alto Pogo, Buenos Aires, 2015.
a Sandra
Te llamo por teléfono
te pregunto cómo te fue en las
vacaciones.
Te llamo para decirte:
"Houston, me copia?"
Me contás
que corriste por la costanera
mirando de a ratos el mar
que fuiste a dos fiestas aburridas
que viste una película en el cine del
shopping.
Te pregunto:
"Houston, me copia?"
Me hablás
de la falta de oxígeno
del cordón de asteroides de chatarra
sofisticada y tecnológica
que rodea a nuestro planeta.
Y mientras te escucho
puedo vernos
suspendidos en el infinito
en nuestros blancos trajes espaciales.
Nos veo a ambos
con un fondo de millones de estrellas
intentando reparar
la nave espacial que nos llevó hasta
allí
hasta el punto exacto en el que
orbitamos.
Si bien es doloroso saber imposible
el retorno de ambos a la tierra
podemos detenernos y mirar
desde afuera
desde lejos
esa esfera que fue nuestro hogar
durante todos estos años.
"Qué es lo que más te gustó de
estar acá conmigo?" te pregunto.
"El silencio" decís "vos me
enseñaste a disfrutar del silencio"
Y cuando estoy por responderte
que tus ojos son la superficie
en la que he visto más galaxias
reflejarse
la voz metálica de Houston resuena en mi
escafandra:
"Recuerden que tienen un
problema"
Entonces bajo la vista
y veo que el problema es esta cuerda
que aún nos mantiene unidos
de traje espacial a traje espacial
y que se resiste a ser cortada
más allá de cometas
más allá del agua congelada en los polos
de la luna.
Te digo:
"Houston, me copia?"
Y mirando a miles de kilómetros de
distancia
el ganges
la muralla china
el río de la plata
me decido y llevo mi mano al gancho
que une la cuerda a mi cuerpo
y lo abro
... tus pupilas se dilatan ...
Porque quién quiere ser el primer
astronauta
en perderse para siempre
solo
en el infinito del cosmos?
quién quiere quedarse
aunque sea
por unos minutos de años luz
sin interlocutor estelar?
Intento calmarte y explicarte el plan
que nos permitirá
un aterrizaje feliz y definitivo.
Pero se produce un silencio de radio
y pasados unos segundos
escucho tu voz en el teléfono
diciéndome
que estás resolviendo un problema
laboral
que no podés seguir hablando
que más tarde me llamás
más a la noche
y cortás.
Me decís:
"Houston, cambio y fuera"
Y así quedo
de este lado de la línea telefónica
todavía enganchado
por esta cuerda plateada y resistente
a la que el reflejo de la aurora boreal
vuelve engañosamente
tornasolada.
La película Gravedad:
narra la
historia de la Dra. Ryah Stone, una brillante ingeniera médica, que emprende su
primera misión espacial junto al veterano astronauta Matt Kowalsky, quien
comanda su último vuelo antes de retirarse.
Durante un
rutinario paseo espacial ocurre un grave accidente: el transbordador en el que
viajan se destruye, dejando a Stone y Kowalsky completamente solos, atados el
uno al otro en la inmensidad del espacio.
La
escena no se sostiene
"Jamás
en la vida habría otra tarde tan larga como aquélla."
Lo
que el viento se llevó,
Margaret Mitchell.
a Vivien
La escena no se sostiene.
Estoy frágil y expuesta
en manos de un director
que no sabe cómo hablarme
el reflector no ilumina el sitio exacto
y el apuntador no susurra
las líneas adecuadas
para que nuestros diálogos tengan algún
sentido
hace tiempo que mi entrada
no es la correcta
todo llega con retraso
antes de tiempo
pero esto nunca fue tan evidente
como hasta hoy
cuando debiendo entrar en la escena del
parto de Melanie
me hallé vestida de tafetán verde
en el porche blanco
de la hermosa plantación sureña que
siempre fue mi casa
y en lugar de encontrar a la prima Melie
en la sofocante cama a punto de parir
me encontré con los gemelos Tarleton
cargados de mentiras
como sólo pueden estarlo
unos ojos claros.
Confundida
abrí la boca
para decir mis líneas
buscando alguna frase
que me sirviera para salir del paso
pero las palabras sonaban extrañas de
tan jóvenes
y chocaban con el deseo de los gemelos
que en el esplendor de su belleza
sólo se escuchaban a sí mismos
mortificada
busqué la ayuda de mi pequeña esclava
negra
con la esperanza de que su fuerte hedor
sirviera para conjurar el hechizo
que me mantenía paralizada
pero a mi alrededor sólo encontré a los
perros y a los caballos
de Brent y de Stuart
que hedían también
aunque no de la forma en que lo hace mi
negra Prissy
casi sin proponérselo
y hasta con cierta gracia.
Ante la confusión
perdida en el momento
cerré los ojos
y pensé en el amor
que todo lo promete
y que nada cumple
en el amor que cumple con cada uno de
nuestros sueños
pero que sin embargo siempre se guarda
algo
una
palabra
o un gesto
por más que el guionista escriba una y
mil veces
todos nuestros diálogos
en un esfuerzo por sostener nuestro
papel
un par de escenas más
en una película sin presupuesto
porque en definitiva hay ciertos nombres
que sólo tienen verdadero significado
en lo más profundo de nuestros sueños
cuando dormidos sentimos
el viento prometido
el que va a llevárselo todo
y a la larga nos consolará.
Y con la brisa en mi rostro
ya sintiendo en ese instante
que todo estaba clarísimo
la voz impaciente del director comenzó a
gritar
¡Corten! ¡Corten! ¡Corten!
Y me fui del estudio
sola
rodeada de todos mis asistentes
en el cochecito que me llevó a mi
camerino
y angustiada
les pedí a Mary y a Patty
que por favor retocasen el maquillaje
mientras fumando un cigarrillo
esperaba la voz
llamando
nuevamente al plató.
Lo que el
viento se llevó, de Margaret Mitchell:
La novela gira
en torno a la historia de una joven aristócrata sureña, Scarlett O'Hara, en la
época de la Guerra de Secesión.
Scarlett está
enamorada de Ashley Wilkes, pero éste se casa con otra mujer.
Al mismo
tiempo, Rhett Butler, un aventurero cínico y desvergonzado, se enamora de ella.
La trama se
desarrolla en medio de la lucha de Rhett por conquistarla y el empeño de
Scarlett por negar su creciente atracción por él, obstinándose en seguir
enamorada de Ashley.
Paralelamente
Scarlett, su familia y el resto de los personajes de la novela deben hacer
frente a las terribles consecuencias de la Guerra de Secesión y su etapa
posterior.
Donde
la bailarina se convierte en el baile mismo
a
Jennifer
a María
de los Ángeles
Tenías
dieciocho años, mamá
como
Alex
Alexandra
y
la clave estaba en bailar
y
lo sigue estando
como
está en los hombres
en
eso nos parecemos
por
atrapar la mirada del muchacho más lindo
somos
capaces de cualquier cosa
hasta
de ser desnudas bailarinas de pole dance
moviendo
nuestros cuerpos
al
ritmo de una fábrica metalúrgica
para
mí siempre serás
esa
Gloria de perfecta permanente despeinada
de
malla enteriza negra y polainas
que
llevaba el grabador doble casetera
al
comedor de nuestra casa a medio construir
con
sus paredes mal revocadas
que
dejaban ver los ladrillos rojos
como
el corazón enamorado
deja
ver sus heridas pasadas y futuras
sin
sentir vergüenza
y
cuando la música nos daba vida
vos
sólo bailabas para mí
estabas
cansada, mamá, de vivir en el lado
en
el que las chicas buenas se vuelven respetables
a
fuerza de telenovelas y calles de tierra
el
barrio de las chicas malas
siempre
promete más diversión
¿pero
qué ibas a hacer conmigo
con
tu único espectador
al
que llevabas de la mano
y
con el que compartías
los
secretos de tus conquistas?
y
por supuesto que cada tanto salías
con
alguno de tus novios
pero
siempre regresabas
hasta
que una noche lluviosa
no
regresaste más.
Quizá ahí me di
cuenta por primera vez
que
como el camino de barro
el
amor nunca es confiable
y
por más que elijamos con ojo certero
el
lugar donde daremos el siguiente paso
para
mantenernos limpios
terminaremos
sucios
quizá
decidí que esa sería
la
primera y la última vez que una florida bailarina
me
iba a dejar mirando
solo
el escenario
comenzaste
la pelea de tu vida
bailando
durante varios años
en
la zona peligrosa
te
olvidaste de éste tu primer admirador
pero
¿qué te importaba?
cada
caricia cada beso cada suspiro
eran
tuyos
eras
un cuchillo filoso
y
atravesabas la noche
como
los patines para el hielo
dejando
una marca
que
se parece a una herida
imposible
de cicatrizar.
Ahora
que estamos sobre el escenario los dos
entiendo
que
cada vez que la música suena
y
las piernas comienzan a moverse
y
nuestras permanentes se llenan de ritmo
lo
único importante es
esa
canción pop
alegremente
triste
ahora
comprendo, mamá
que
ya no necesitamos vendarnos el empeine del pie
para
que el amor no nos lastime
porque
la vida sucede
cuando
nos dejamos llevar por la música
que
la púa hace brotar del surco del vinilo
ahora
comprendo, mamá
que
somos flores que nacen de ese surco
y
que cuando nos olvidamos de nuestros sueños
morimos.
¡Que
sensación plena la de la música!
¡Bailemos!
¡Bailemos!
Alexandra “Alex” Owens (Jennifer Beals) es la protagonista de la película
Flashdance (1983). Alex es una chica que sueña con llegar a ser una bailarina
profesional. Para financiar su vida y sus sueños trabaja como soldadora en una
fábrica metalúrgica durante el día y de noche baila en un bar cabaret. Su jefe
es Nick Hurley (Michael Nouri), quien no conoce a Alex personalmente. Pero una
noche la ve danzar en el cabaret y se enamora de ella.