Ruth Lasters (Amberes, Bélgica, 1979)Micaela van Muylem (Córdoba, 1979)
Fotómetros/Lichtmeters, edición bilingüe castellano/flamenco, traducción de Micaela van Muylem, Córdoba, Viento de Fondo, 2019.
De "Wervels/Vértebras"
Resorte
Al hombrecito todo-va-a-estar-bien, de hierro y engranajes
debe darle cuerda, cada día, un ciudadano
diferente. Sólo con el resorte bien tensado
recorre espasmódico las calles y las plazas gritando:
“¡todo, todo va a estar bien,
siempre!” A quien olvide su turno le espera una multa/reprimenda/pena
de muerte (ni por asomo, amor mío, eso no
existe siquiera para quien intenta un elixir altamente tóxico
de inmortalidad). Ahora en serio: quien fracase
en su deber de dar cuerda deberá buscar con los ojos vendados el modo
de construir un hombrecito todo
estará-mejor de tornillos extraordinarios, incontables roscas
de escoria
Furtivo
Para vos dejo mis dedos en estos nudos,
puntadas simples, a medio hacer, en un poco de cuerda. Una habilidad
anterior al fuego, anterior a que deshilvanadas
casualidades llamadas lengua conquistaran nuestra mente
como un único terrón de arena de la costa
una gaviota permanente chilla dentro, en lugar de
por encima. Escondida en mi propia cabeza
a veces hago guardia como un cazador furtivo
esperando averbal la presa en tus
pensamientos, paseo entre aquello que evocás irrepetible
y sin alusión, como anudando colgantes, incontables
escaleras de cuerda
hasta vos.
Distancia
Precisaba un instrumento para medir la distancia entre mí misma
y los demás, una pila de platos, por ejemplo, interpuesta entre alguna gente
y yo, como una competencia por la torre de platos más torcida
que pudiera mantenerse en pie. Con otros me limité a sostener
ante mí la porcelana, como un prematuro donativo para una posible reconciliación futura.
En tu caso reduje la pila a la mitad, formé dos desvencijados asientos en que
nos sentamos a conversar acerca de un absurdo: de jóvenes, tener mucho en común
con otros nos parecía una amenaza a la autenticidad, ya mayores
el temor es, sin embargo, que prescindibles nunca, casi, del todo…
como un mugroso platito debajo del cuenco de leche
para los gatos.
De "Halfronden/Hemisferios"
Cristal
Exigí el derecho de recorrer la arena con la que harán tus nuevas
ventanas. Es muy diferente mirar a través de los cristales si antes
estuviste paseándote sobre la finísima blancura con la que están fabricadas. Sí, así,
paseándote sin certezas, porque tampoco es que a través del vidrio que será
luego quieras, resuelto, ver todo sin especular, es como usar guantes
para amasar el pan. Y dejar que se te escurran algunos granos entre los dedos ahora
para que así, a través de la futura ventana, se deslice tu mirada
en la mirada
de otro acaso con la misma cantidad de partículas expresivas. Pedí,
por último, si es posible que a la vieja, la ventana que hay que cambiar,
una vez más en arena, en un balde, opaca
y así, por fin, ella misma
visible.
Código
Que esos tontos, tontos extraterrestres
van a confundir las marcas en el asfalto de este planeta
flechas, sendas peatonales, líneas
con signos de un idioma en clave, al desembarcar aquí
siglos después del fin de la humanidad. De eso tenés que hablarme al final,
cuando esté gimiendo y delirando, en vez de falsas
esperanzas. De cómo
enviarán a sus más sabios a descifrar el pavimento entre Zúrich
y Turín, zumbando a poca altura sobre Estambul intuirán el párrafo
de un mito, una epopeya, en último caso una saga. Y quien entre ellos se atreva
a afirmar que se trata de meras señales de tránsito: ¡chac! será decapitado,
¡chac! ¡chac! en la plaza.
Instante
Hacer tangible el ecuador tras siglos, como desmedido sustituto de
todo aquello que ya no puede asirse. Tender una soga para la ropa
que se deslice, flote exactamente entre los dos hemisferios. En
Ecuador, intentar locos asir una sábana que se infla con algo semejante
a una respiración incorpórea. En Gabón, todos los roces, caricias que todavía
hubieras querido en la piel de alguien – en un único pañuelo
que se está secando y que un gerente de la realidad
aquí y ahora se ve obligado a agitar contrariado por tamaño despilfarro
de soga. Puesto que una única minúscula pelusa blanca ya nos asegura
que puede volver a materializarse mucho, incluso –en forma
de castañas silvestres y, de aspecto casi idéntico, domésticas–
el desconcierto.
De "Draadloos/Inalámbrico"
Arroz
Por cada disgusto hundí mi mano en una bolsa de arroz
y remití en un sobre un único grano al lugar de origen,
a un granjero en Angkor, que a su vez me enviaba una canica
de arcilla por cada
felicidad inesperada, la vez que por milagro una esquirla de mina sólo
le destrozó el empeine a su esposa, o cuando no perdió toda la cosecha
con la tormenta. El último grano que le envié: para Pascuas, después de que vos
y yo habíamos vuelto a esconder en la casa canicas en lugar de
huevos –quien encontrara todas las suyas en un día, podía marcharse,
para siempre, sin reproches– y vos a las mías apenas
las habías ocultado, las siete junto al zócalo,
al alcance.
Bosque
Que si alguna vez viste
el después de la pirotecnia. Las ramas de humo
no el destello, sino los troncos esponjosos en el mismísimo lugar
en que hace un instante estallaban fuegos. El bosque de aire
que unos segundos después de la extinción emerge
ante tus ojos. El valor residual que en realidad es mayor que
la belleza intencionada de la lluvia de colores. Así también es
–después de que suspirando dijeras que, pese a todo, aun infiel,
seguís queriéndome– lo que queda flotando en la habitación, más bello por
incisivo, terrible e involuntario: lo irreparable
entre nosotros.