Liliana Campazzo (Buenos Aires, 1959 /vive en El Cóndor)
Fuera de juego, Lago Puelo, Espacio Hudson, 2020.
De "UNO: la que pone la mesa"
IV
Bebe café
en cantidades peligrosas
abona vigilias
sueña puentes
arroja bocanadas de aire trunco
en sueños.
V
Estamos rodeados
una polvareda
corta el horizonte
mantener el paso
es un trabajo duro
no se vislumbra
nada
digno
de ser destino
cruzamos el río
donde ya no
vemos
al barquero
todos
a la intemperie
estamos rodeados
las sombras
son
de hierro
forjado
por la mano
misma
que empuñaba
el arma.
VII
Hay lugares
parecidos a sótanos
pero no existen
en el espacio físico del mundo
se encuentran o pasan
desapercibidos
según el clima o el ánimo de dios
caemos o entramos allí
cuando el borde mismo de la
realidad
se hace permeable o se derrite
y lo otro la atraviesa.
Esos sótanos son oscuros
en su interior voces negras
o heladas
nos recuerdan
que nada somos sin la luz.
La luz es la flecha o el pájaro
que sale de tus ojos o de tus
manos
cuando en la mesa
hay un pan que no se come
pero se guarda
para el otro
que está en el fondo mismo
ese fondo sin luz
que no es un lugar físico del
mundo
y se parece a un sótano
donde el ánimo de dios
nos pone a prueba
y entonces la voz de adentro es
la que dice
dios... no existe.
X
Entre el norte y el sur
mi corazón de pensar elije
cortar el camino
saltar
el cerco
arrimar la silla
al borde mismo
acariciar la soga
pero me acuerdo
que hay ropa para tender
las papas en el fuego
tendría que comprar broches
pagar la boleta de la luz
escribir unos poemitas
llamar a mi amigo
hablar de libros
y hacer de cuenta
que nada ha sucedido.
XVI
Nada se puede repartir
con más facilidad que la miseria
hagamos entonces
lo posible
tiremos frazadas en las calles
platos de sopa en los umbrales
zapatos chuecos
agujereados
en los cordones
sillas desfondadas en las veredas
y si se puede
algún libro de poesía
para creer
que no todo está perdido.
De "DOS: las González"
II
Hubo un tiempo
de campo
en que padre volaba
raudo
fumigaba a los tordos
que se nos cruzaban
en las calles del pueblo
nosotras acompasadas de zambas
nos movíamos como reinas
en la chatura de la pampa
éramos tres
mirando los panales
cortando el aire con la frenada
del auto robado
a la siesta
Nos veo ahora tan prolijas
dadoras de manos a chicos
que nos brotan
nos veo ahora
volando
aviones para padre
que nos mira.
VI
Hoy llueve afuera
adentro hace frío
la mano tiembla
cuando aparece
lento
el trazo
de su nombre
se imagina el pueblo
las calles gastadas
la máquina de la municipalidad
las trata mal
los frentes de las casas
sin jardín
los olmos salvajes
destrozando las pocas veredas
la plaza tan fea como siempre
la iglesia allí
hecha de a pedazos
no da ni sombra
todo es rastro
de la huida
ni los chinos
con su arroz
y sus ropas oscuras
ni las ventanas que se robaron
nada
hace que pueda volver
pero
sin embargo
cuando la lluvia
así
como hoy
en mi cabeza
ronda
su cielo
y los chicos
a los gritos
buscando a los vecinos
hace que sienta
que allí
contra la sierra
está mi casa.
XII
Sólo puedo enumerar
las coincidencias entre una y las
otras.
Se vierte mucho corazón
en este país que alguien nombró
amarillo
dejándolo para siempre encallado
en el otoño.
Mi pensamiento es una página
abierta a un abismo
o quizás es sólo la impresión
de una partitura de dos por
cuatro
que mis sentidos confunden con la
vida.
XIII
Entre una y las otras las
coincidencias
son el gusto por el mar
y cierto tipo
de caricias
que van más allá
del cuerpo.
También se pueden tener en cuenta
las miradas
y la forma de decir –qué bueno
que ya es suficiente
de este río y de estos gritos–
cuando en realidad nada les
alcanza.
El origen mágico de los objetos
está relacionado, íntimamente,
con el uso que ellas hacen de
ellos
por eso en las tazas blancas de
sus casas
el té
tiene la fragancia
de un paso de frontera.
XIV
Abre su boca mientras aspira el
humo del último cigarrillo.
Pide a su hermana que cambie el
disco
se saca los zapatos
sube a la mesa
y baila.
La otra se sienta con un cuaderno
y va tomando notas
el plan será robar un banco
cada una va explicando lento y
seguro
la forma de entrar y de salir
las idas y venidas de los
cómplices
no alterará el discreto atisbo
de belleza.
La foto del diario debe ser
perfecta.
No podrán decir que las chicas
eran feas
con sus mejores ropas y sus tetas
erguidas
estás muchachas cometerán el
crimen.
Por la mañana
en medio de la resaca de la
fiesta
cruzarán mensajitos de teléfono
para preguntar si lo de anoche
fue en serio.
De "TRES: no se salva nadie"
I
No queda resguardo
ni lugar para apoyar esta cabeza.
En el tallo vegetal
del cuello depositó su beso
la belleza
y de ahí partió.
Queda ahora algo en la voz
o algunos gestos que hace con sus
manos
nada
hay en tu sitio.
Desanda la bruma
cae gota ácida
en la memoria.
II
Saliste de tus ropas
no preguntaste por el estado
climático del pecho
ni una mano tendiste en la
espesura de estos tiempos
mi sonrisa fue el paréntesis
que quedó entre nosotras
suspendido.
Juro no devolverte nunca
más ese libro que me prestaste
para que sientas
como unas golondrinas colitas de tijeras te recortan
de mi foto
para siempre.
VI
En cada vuelta de la calesita
te veo
estás parada allí
esperando
a que me baje
y no te voy a dar el gusto
seguiré montada en esta yegua
blanca
tirando ruiditos con la lengua
atrás de los dientes
poemitas
melancólicos
hojitas frescas
plantitas nuevas
chasquiditos no más.
VII
Mi perro se parece al perro de
Robert Creeley
lo descubrimos con mi amigo poeta
Fritz en la foto
de la tapa de su antología.
Hasta allí
llega la semejanza.
Creeley escribía unos poemas
magníficos
hablaba del amor que llega quedo
de las viejas maneras de ser hija
o mujer o esposa.
Decía la palabra "dulcemente" sin pensar en que
las traducciones
cargarían con un adverbio que
cambia el clima
de un verso para siempre
él tenía un perro mejorera más
feliz
o comía otros huesos
no sé
yo me siento acá
y escribo
mientras mi perro olisquea
las plantas
y no puedo decir nunca nada que
tenga
la consistencia de los restos del
azúcar
en el fondo de la taza de café.