martes, 27 de octubre de 2015

Hugo Luna



Hugo Luna (Entre Ríos), El apetito de la belleza, 2015.
























Engatusado por el verdor
Brotecito aquí
Pájaro de la familia
En las cuerdas de un cielo
De trapos
Al sol
Cayendo en la cuenta
Todas nuestras plumas quisieran
Escribir bien
Volar sobre obstáculo de palabras
Con braceo de operario cansado
Pero dispuesto a más
Con un martillo de alma verdadera











El rastrillo es una herramienta noble
Con su desplazamiento la tierra enmudece
De puro encantamiento
El cúmulo oscuro que levantó la pala
Queda a merced
Del canto de los pájaros
Ya se habrán dado cuenta
De lo escondido en tus manos?

Tal es la perspicacia de lo que florece










Enterramos un libro
Junto a otro
Bajo una luz insuficiente
Que nunca levantó su intensidad
En la memoria
Oh fiel crueldad del recuerdo
De esas páginas
No salieron rabanitos
Pero sí ortigas

Hicimos un pozo
Que dejaba ver el cielo
Lo que en él habita 











Ya era vieja

La bombita del eco
Lo iluminado en la descarga
Pero igual tendíamos
El prolongador
Para que la parrilla
Se viera menos flaca
Música en onda corta
La última palabra
Impronunciable
Lo que se raspa adentro
Lo que se calla lejos
La brasa iridiscente  


























lunes, 26 de octubre de 2015

Gustavo Tisocco




Gustavo Tisocco (Corrientes/CABA), Quedarme en ti, El Mono Armado, Buenos Aires, 2015.

























No le da de comer a los pájaros. 


Sólo al borde de la jaula
les lee versos. 


Al final
serán poemas
los prisioneros. 

















                               A mi padre 


Descubrió el mar
como quien descubre la miel
y se regocijó
en esa inmensidad salina y ventosa
y fue barca, plenitud e infancia. 


Descubrió el mar
y lleva su azul debajo de las pestañas. 















jueves, 15 de octubre de 2015

Judith Filc


Judith Filc (Buenos Aires/Nueva York), Vida en la tierra, Barnacle, Buenos Aires, 2015.























Baldío



Construyeron las
montañas con la
pulpa
reblandecida de los
cimientos


Los vidrios
                     (el viento había
                     arrancado
                     de cuajo las
                     ventanas)


convertidos a
piedrazos en
dragones de cinco
cabezas


La puerta
desgajada
para el puente


levadizo


Con las chapas
fabricaron la
muralla


Con los marcos de las
ventanas


guerreros


agazapados


esperando el
enemigo












Afuera



La roja trepa en el
aire
gira y
vuelve a
caer


con
júbilo


ahora es la
verde la que


asciende


la amarilla


El trapo se
mueve
rápido sobre el
parabrisas sin dar
tiempo al
esperado


no


Un pedazo de
hierro oxidado
escarba la
tierra


reseca y
dura y
revela


triunfante
una
culebra


Saltamos la
verja nos
quedamos con la boca
abierta


Tanto
campo


Ahí al fondo,
señalás


Trepamos las
piedras
entramos


nos tiramos
sobre la
paja

No veo la
luna entre
las
barras
oxidadas













Tesoro



La primera
está en el
hueco de un
tronco


media hoja de
bordes
deshilachados
escrita en
cursiva


La segunda
debajo de la
roca donde se
sienta el
viejo con su
perro


La tercera
llegó con el


agua
que


borroneó las
letras
todavía
legibles

El viejo te
mira levantar
piedras


hojas secas


ramas
desgajadas


Se las das


todas


Él las
reconstruye en
papel
nuevo
con su
cursiva apretada


(patas de
araña)


En el
bolsillo del
saco
trae una


caja
perfecta


Las guardás
una por
una
alisando los
bordes


despacio


Corrés a la
orilla y


la enterrás
bien
hondo en
la arena












Pulsión



Cuando me terminé de
dar vuelta lo vi


desnucado


quieto


nos la tenían jurada


Me siento junto a la
ventana


corro la
cortina


el sol se te
clava en los
ojos y del
otro lado del
vidrio
no hay


nada


Todos los que se
van
vuelven

El calor invade el
cuarto
brillante de


luz


Los flashes pueden
venir en
cualquier
momento


lo ves al
Pájaro agacharse se está atando el
cordón de la
zapatilla nike
blanca


De repente como si
tropezara se
cae de
bruces contra el
barro


Me mando
enfierrado hasta las
manos y te
veo


amanecido

caminando entre el
pasto verde con un
porro en la
mano
buscando mi
nombre


Inclinarse por la
ventana
abierta hacia la
luz


asir ese momento
único en el que
sucede
todo





Para leer más: http://issuu.com/barnacle-book/docs/filc













jueves, 8 de octubre de 2015

Elena Anníbali




Elena Anníbali (Córdoba), La casa de la niebla, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2015.


























I

señor, vos le diste a mi hermano un ford falcon rojo
para llegar a la casa de la niebla

y después qué

le dijiste?
le explicaste que el camino estaba cortado?
¿que el motor estaba roto?
¿que todo estaba roto?
¿que no había vuelta?

¿qué hiciste, cómo
para convencerlo?

para que te diera la mano
se sentara en la sillita de mentira
dejara que la oscura hostia de tu nombre
le llegara a la boca

¿o le metiste una piedra?
o una moneda, un gancho,
un papelito

de dónde lo enmudeciste, lo hiciste
olvidar
olvidarnos

qué señas le habrás hecho para que en vez de volver a casa
apagara el motor del falcon
se escurriera de la sedosa perfección del cuero
de la música en la radio
del ronroneo cachondo del auto
y se bajara con vos
para ir adónde

¿a cazar pajaritos?
¿a ver el dorado pasto extinguirse tras el fuego del invierno?
¿a romper el cristal del agua para que beban las crías?

o era verano, quizá por entonces
y le diste el agua peligrosa de tu cielo

entradora, el agüita, sí
clarita, el agua, bueno
pero detrás de eso vos sabés que un agua así da más sed
uno se entierra más en el pozo
y más
hasta echarse tierra en el lomo

y ni el ángel constante y poderoso de los molinos de viento
puede salvarte
no

¿sabías que mi hermano iba a decir sí?
cuando viste el polvito que levantaba el falcon rojo en el camino
no pensaste dejarlo ir?

aunque sea, señor, porque él era toda belleza
a esa edad,
toda alegría
toda
razón de ser






II

plantamos un árbol en la casa de la niebla

se doraban al sol los girasoles
moría otro día
otra noche

el árbol creció, arraigó
en la penumbra

modelaba con hueso su estatura

cada pájaro que probó los frutos
caía en somnoliencia
en ausencia de vida

en la radical ceguera de los muertos






III

Epumer el cobrizo, el glorioso,
te prestó la escopeta, y el galgo
que no temía hundirse en el agua

en la laguna espejeaba, todavía, la luna

no sabías matar, hasta entonces,
y mataste
esa mañana
mataste

dos o tres sirirís, en pleno vuelo

no conociste el arco glorioso del sexo practicado
no viajaste más allá de ese campo y la colonia
no le viste la mueca al diablo
y su diente de oro

pero aprendiste que la muerte entra en cada
pequeña
grande carne

que el incendio del cañaveral te tocaría
taparía las entradas
mustiaría el paraíso y su flor






IV

he visto a ese hombre pintando
la casa de la virgen

yo viajaba
mordida en toda mí
por la Alta Sombra

¿puedo estirar la mano y tocarte
el vestidito,
Señora?

¿podés ser mi mamá
en la casa de la niebla?

encerrarías en su cajón a los muertos
sazonarías esta carne
levantarías mi corazón del sueño
de la fiebre

¿y qué de todo ese amor?
¿dónde?






V

no, mi casa no se derrumbó
no temblaron los vidrios
ni la araña cayó de la amapola del infierno

todo vino, empezó adentro:
nos tragaba un ojo

éramos o somos
el pan corruptible

por cada hueso hubo una boca
un diente
un hambre distinto

feroz, el ojo eligió
al imprescindible
al Dulce
al que sigue cantando

somos tan tristes sin él
a veces no hay de qué hablar, ¿sabe?
no hay fuerza para decir las cosas de la vida

pero llega la lluvia, a veces,
que es mansa y hace música en las canaletas
llega la lluvia por el este para ungir la herida
para hacer grandes las flores de carne

de ángel se pone el patio

detrás del ligustro, el Dulce renace
me dice: poné, hermanita, tu mano
en mi corazón

hace el mismo ruido que los caballos
¿viste?
¿no es un milagro?






VI

muchas veces fuimos pobres
no había dinero para ropa o música, pero
el taladro magnífico de dios
caía contra la mañana

las palomas se desbandaban
como si vieran
la comadreja o el halcón

un pedazo de mí entraba en la amargura
como en el pozo del molino
donde la serpiente infectaba
el agua de beber

yo tenía pocos años y ya era
rigurosamente anciana

sabía que el altísimo podía aplastarme la cabeza
enfermar nuestras ovejas
quitarnos el verano, la poca dicha

pero igual miraba siempre para arriba
y bajito decía
que sí, señor, venga a mí la destrucción
lo que deba venir
soy tu surco, señor,
soy tu surco






VII

como lázaro, el de betania, estuve o estoy
dormida
muerta

en esta cueva umbría cultivo la orquídea salvaje
y en la húmeda pared, la palabra que cuenta
los días que faltan
los que han pasado

él debe venir: quizá me lo anuncie
su tacto robusto tocando la piedra
o la voz, el estigma

hace mucho que espero

este pueblo es lejos: hay
médanos al norte
niebla al sur
caballos ciegos en la llanura
trigos amargos

puede que hayan perdido el camino
o que el camino haya sido una ilusión

quizá la palabra ya fue pronunciada
pero no la escuché, era distinta
a la esperada
o fue corrompida en el camino
de la vida hacia la muerte

no hubo milagro, o ya se produjo
y es esta suave penumbra
este tremendo paraíso
















miércoles, 7 de octubre de 2015

María Ester Chapp




María Ester Chapp (CABA), Luz de agua, El Mono Armado, Buenos Aires, 2014.





























N I L O -R I B E R A E S T E-




cada mirada deshoja su objeto
lo curva      acaricia
devora lejanías      lo abandona
necesito un puente
            entre el ojo
y la flor de mil pétalos
el estrecho canal del río en lo alto
donde el ibis renueva su plumaje
                      y canta
para encontrar el poema
trazado desde siempre
en el espacio del fruto perfecto
la ribera este del Nilo



                  donde todo nace












L A N I Ñ A Q U E F U I


                                                          Infancia, todavía construyéndote en mí
                                                                                      José EmilioTallarico


va de mi mano
              la niña
mudas aguas de infancia
sombras de ancestros
infinito río herido
           navega
de mi mano
la niña de hoyuelos
pasea con guantes
    vestido de viyela
carterita azul
escribo con sus deditos
su destino en mi voz
       su libertad
como faro ilumina
     la niña que fui
al misterio
              va


            de mi mano








que confiado nos fue












V U E L V O A L M A R


                                      a los silenciados de mi generación


I

dos monjas adormecidas
sus pechos estallados
          en amarga placenta
puérperas de lacios cabellos
por atroces columpios
arrojadas al más hondo
grito yugular que nadie escucha
      tajeados vientres
        ciego luto umbilical
gigantes hormigas reptan
por el brazo desnudo de la noche
cada ola se extingue inevitable
huellas de abandono
brotan del yodo sediento
el horizonte viene a mí
con memorias de cuerpos
        roídos por albatros
vandálicas piedras
        asedian conciencias
perforan la historia
        con blancos pañuelos


II

irradio calor
la espuma trepa a mi verbo
se me calcinan los pies
            en esta arena
llevo más azul al cuadro
más sol     más guijarros quemantes
abro sus puertas
           entrego rugidos
es hora de partir
          entrar en el aire
con otros cuerpos
en esta gaviota
         me dejo mecer
hasta el incendio
ellas beben gotitas de almizcle
dispuestas en las frentes
cada temblor abraza
                  desamparos
escribo con las yemas abiertas
amamanto en sueños
(los sueños amamantan)
cada reino provee su alimento
no iré al muelle
persisto en la comisura
el ojo incierto va
por hilos de luz
        a velados confines
vidas de navegación
        recuerdo
acantilados       bahías
mis brazos remos
             de intemperies
las quillas acunan libros
            por nacer
fuego sobre agua pintaba Turner
poesía a babor
                 a estribor


III

día gris      arden las bocas
       salitrosos vapores
el animal rodea la playa
relampaguean ellos
en danza con Alfonsina
         llanto del océano
una tonina muerta
          en la costa
a la vista de los ciegos
el costado sangra
tal vez nylon
       en su adentro
corchos de tu vino
protección de tu placer
y el fútbol
            no se detiene
me ahondo con criaturas marinas
tonadas de amor de los delfines
el aullido final inagotable
y en las ballenas


                 el ojo de Dios





















viernes, 2 de octubre de 2015

Alberto Cisnero



Alberto Cisnero (Buenos Aires), Robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes, Barnacle, Buenos Aires, 2015.



















I

robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes. no voy
a decirseló más. esticomitia trunca. técnicas pretéritas. y son para mí.
presentes de mi. abandonados en la noche de los bosques. lejos, muy lejos
de donde está perdido un sueño. destellos. a la inocencia promesada.
lo veo sucederse ante el que quiera que fui. palabra no hay que admita
su enmienda o que en si misma lo restituya. y más allá de la línea tensa
del horizonte, del mundo en que viví, para nunca más volver. un mundo
equivocado. entonces sólo estaba esperando. tratando de recordar algo
que era más grande de lo que parecía desde lejos. servíamos
las bebidas en vasos de papel, la vida siempre a punto de terminarse.
que le sea concedido a nuestros anhelos prescindir de esos golpes.
somos pobres, sin embargo  podemos perder ciertas cosas.
tenga saludos míos, hermano mío. ¿entonces, éste es el final?
sí. necesito ayuda y a punto de proferir un grito (quizá ya grité),
recordando, tratando de recordar algo que era más grande
de lo que parecía desde lejos. así reduzca el enunciado a mí
mismo, pervierta, prolifere, invada, cabecee en otro secuestro expreso
interrumpido en la oscuridad de los campos, secundando confidencias
(jactancias de un yerro), indigno de verdad y de secreto y de cura
mediante la palabra, coto reopop o una piedra de elsinor.
que mascullen por jobi, saciedad y exigencia doméstica los modernos
bardos parroquiales. los cantorcitos de tracia. los almos. dispense
lo añada. poiesis no avendrá y es todo el oro. no, no tengo
ninguna prisa. tampoco por qué explicarle razones.
se trata de mi cabeza y nada más. así concluye el sueño.
y bullicio resurge. aquello que es burdo ante el reflejo y evoca
por tanto la desesperación. no es pa cecearlo en tertulias.
en el retrovisor mis ojos pequeños y duros. un silencio apenas.
mientras  el espacio entre cada estrella, incuestionablemente,
desaparece. no te esforcés, nunca nos habíamos visto antes.
durante un segundo nada sucedió. el motor ya emite su crujido.
que en mi palma pueda leerse, por encima de cualquier verdad
residió su impostura y por ende, su culpa fue perfecta. el primer
instrumento a la izquierda del panel es el velocímetro. sindica
la velocidad de desplazamiento del vehículo en kaeme por hora.
un odómetro totalizador registra el total de kilómetros
que ha recorrido el vehículo. siempre es útil conocer este dato.
en cualquier momento que fuese necesario. a cuanto se encuentra
uno de lo que deserta o aguarda por uno. lo que ocurra primero.
el pasaje de lo imposible a la fe. como al suscribir. sin alzar la mano.
como en despedidas sin remisión. o con un chumbo delante
de cuanto se manifieste en movimientos o atavíos. obrando solito.
lo más distante de la victoria. asedios. y todo eso y más también.
aunque no se reduce a un chasquido de dedos, a los huesos
cargados de esteban, al pelaje de alguna oscura bestia remota.
y no hay para qué. sepaló de antemano. descrea de un motivo,
la pericia justificante de cualquier oración. fáciles encandilamientos.
hablo de lo que pude retener. compelido por el vino y entre
dos tapas. un tapiz inmenso sobre folio, animal o tablilla. doblado,
buscando como aquel escriba que ploraba le fuera dado
encontrar frases desconocidas, palabras nuevas en una  lengua
pura y  jamás descrita, libres y despojadas de repetición.
y no aquellas cuyo legítimo y sagrado signo ya resultara caduco
a los antiguos. miles de años, hermano mío. habitan un reino
posible entre esos cuatro márgenes. palabras. ponderables todas.
créame. incluso o particularmente en los libros. en redacciones
compuestas bajo el efecto de algún narcótico que llegaron a nosotros
desde regiones alguna vez célebres. patmos, por citar ilusiones
sectarias. ningún género de convicciones. un fugaz instante
de perfecta quietud. no se regenerarán ni mantendrán su vigencia.
completan el acto de ponerse fin nomás. tareas dilatorias,
delatorias, ológrafas. dejemé con unas negras cuentas adosadas
a ritmos macabros. tanguitos de guitarras. letanías en loor
de otros imposibles. hoy tengo todas las cuitas encima.
cada mañana traté de posar altivo ante el botiquín. empeñado
en destruir algo. siempre estuve allí. buscando la salvación
y no encontrándola. sabemos a qué negamos. quien debe
o deberá a quien sus lutos. y con calma e inexactitud
no voy a eludir una respuesta cuando me alcance el destino.
esa ley. caret lege. todo saldrá bien. una escena segunda de un segundo
acto jamletiano. y el verano ya ha terminado. podría sonreír
y mirarlo de frente, alberto. parecería de verdad si lo escribiese.
la respuesta sería visible con la luz encendida. me miraría
con los ojos y la certidumbre de un grillo. como usted sabe, los grillos
se alimentan de la basura. sé que escribe. he leído, silente, mascando
coca, algún renglón que nombra e indica sus propios denuestos.
sé que escribirá sobre todos nosotros. robé un auto para trasladarme
a las soledades vivientes. se diría que traté de justificarme, de demostrar
algo, pero no lo logré. tan sólo volvía la cabeza. en el asiento
lo que necesitaba para vivir. cupo un una valija. y en un peso.
palpaciones en mi costado. la sobaquera. también tengo
un corazón cerca de ese elemento. aún. contundente.
¿adónde va ir un peso para que valga dos? un agujero del tamaño
de un doye polara en el corazón. las peripecias de las palabras
lograran mantenerlo a salvo. todo iba a terminar así: escrito.
la verdad de la propia fábula y lo que me impidió seguir
escribiendolé. ignoro qué cosa es un destino literario.
las tachaduras. qué tachadura precede sin objeto una sílaba
viva y sepultada con el nombre mismo. desatinos.
lo rubriqué en alguna esquela a su persona. era dado
a la observación. es un lúdico modo de guardar silencio.
y de dibujar los caracteres. idénticos juegos practicaba. farras
que devienen indigestas. ¿quién es usted? no lo sé. un bien
de familia. no se pueden vender. las palabras. vendar.
hablo y callo correctamente, al punto de cometer un error
tras otro. solía tomar cada frasecita que decía. con los años
de seguro descubrió oquedades y sinsentidos. o contradicciones,
su variable higiénica. en lo que haya guardado el nervio.
aprendí a ser económico con el lenguaje. simplemente
adecué una falencia. hay veces en que no disponés más
que de una oportunidad para decir algo. prosigo. conduzco
a ultra velocidad. en el espejo retrovisor reluce mi saco. gabardina.
media estación. es el vano regodeo de un fantasma. en horas
que un hombre comprende qué pugna por salir a la luz.
y de qué le valdría saberlo. y opta. isla, hijo, perro, nave, amada.
que de mí se diga: debía una vida. debí dejarle anotado eso también.
en un margen. gustaba de la frase breve, hermano mío.
una propensión a ello. conciso, diría. breves estancias, diría usted.
nos sustraemos los esclavos. se nos nota el pelo. bestias
del mismo pelo. gustó de los diccionarios. el archipiélago de la gula.
ya se ha curtido completo. dolor real no habita allí. cenizas ya son,
que muchacho iracundo me había resultado. los hubiera donado.
a fundaciones silvestres o ateneos. distingo que hasta incendió el rancho
en el cual se alojaba con alguien. palinodia directa. si hay que bailar
yo también soy payaso. pero aplausos pretenden los indiscretos.
en cualquier página escrita con dignidad y eso es sólo decir
con los huevos, encontrará que las historias varían en seudónimos
o locaciones. el destino, de haber, es uno. no se apesadumbre.
cuando apoye la cabeza en la almohada sabrá si lo que obró
durante el día podrá ser contado a otros. no hablo de ejemplos,
hablo de gracia. una ficción supone afán por decir con gracia algo
que ya se ha olvidado. borroneos. y todavía ando libre. funciona así.
primero pago y después elijo. no sé de ninguno que hiciese
todo lo que se esperara de él y a veces más. en lo que puede
uno hace igualmente dos veces algunas cosas. luego hay que pensarlas.
y todo no se pudo, hermano mío. la paz para los que pacen.


II

todo no se pudo, hermano mío. me acuerdo. limabas una ballester
y otras y luego las llevábamos a liniers a mercarlas. y aquella frasecita
dicha en un tugurio en flores, al entrar. cierren todo. ha ingresado
en la pequeña mitología fraterna. y toda la droga junta en la ciudad.
en ese departamentito que era un horno ecuatorial. y las noches
recorriendo la ruta tres. bailantas. de casanova a virrey del pino.
emborrachate con moderación que tenés tiempo. te veía en el retrovisor
la sonrisa. un sombrero. dijiste que te ibas a córdoba. y no te vide más.
llamaste hace unos años, estaba en la biblioteca, parecías nervioso.
todavía ando libre, dijiste, primero pago y después elijo.



III
un erudito encanecido que acabará sepultado por volúmenes
y fichas mira las últimas poblaciones, el precario género de su vida,
un acento diacrítico, en el mismo rincón, esperando que termines
lo tuyo. sobre esto sabemos muy poco. avanzamos juntos.
ya sobrevivimos a demasiadas cosas. empezó sin que nos
percatáramos. tampoco sabemos cuándo dará su fin.
leer y estudiar durante equis años de conformidad con un plan,
con blandicia de égloga, por usar localismos arcaicos,
lo que figura en un mapa y relata su pasado. murmuramos
un nombre, un mensaje después del tono.




Puede leerse completo con los mismos detalles de la edición en papel en: http://issuu.com/barnacle-book/docs/robeunauto