no conocemos el mar a menos que hagamos cientos miles de kilómetros
a quién le importa el mar
si hace millones de años este pueblo era una playa
y nada cambia demasiado pues sigue siendo
el doble de una ribera
un lugar
que propende
al espejismo
y los que van al mar
vuelven al bar
antes
que a la casa materna
el cráter de la lengua y de la leche
ese puerto de capitanes de navíos sin agua
cantina de narradores olvidados
por el mercado
poetas canonizados por el porro y el vino barato
borrachos
buscadores del arca en pleno desierto
este, de cierto,
que no se inunda más que de sequía
y de palabra
las de su misma clase la culparon
cuando ahogó al niño en la letrina
y es que donde nacimos
nunca hubo un mísero azulejo art nouveau
por eso tampoco tenemos caché para matar recién nacidos
pero fijesé que lo mismo nos ordeñan nos miden los fluidos
[es por eso del líquido que nos leen
y siempre hay
un flujo una agüita
una sangre devenida en combustible invisible
para una sociedad ajena
al mundo que habitamos