Daniel Freidemberg (Chaco/Buenos Aires), Abril, Barnacle, Buenos Aires, 2016.
Abril
Acá la
noche. La
hilera de luces
de la
avenida, atrás,
y acá,
ahora, alta, en la
noche,
una estrella.
¿La misma?
No sé:
una es-
trella,
al-
go
ahí, en
lo alto
del
mundo, en
el
mundo,
que
brilla,
como
si
fuera
a irse,
o no
alcanzara
del
todo a llegar.
Ni la
palabra
ni el
recuerdo:
una
estrella,
tic de
luz
puesto,
vaya a
saber
por
quién
o qué, a brillar
sobre
lo negro del presente,
y acá
el presente, con
estrella
y todo.
Estrella
y
todo:
un gran
telón
de escombros
se
arrumba al fondo:
ni un
comienzo ni un fin.
Miro
esa luz que
la
palabra “estrella” no toca.
Abril (III)
Rodaba
en la pantalla
de la mente
la
palabra “estrella”
sin luz
Abril (IX)
El que escribió en lo alto una estrella, y ve
alta en la noche una
estrella, ¿la misma?,
el que pronuncia estrella, el que pregunta
a qué escribir cuando todo está dicho,
sabe
que no es verdad o
se lo dice para
no enmudecer. Es-tre-lla, esa voz va tocando,
como quien da un
paso y otro, las sílabas
¿para que no se
apaguen? ¿para que
no se termine un
mundo al que cantar?
¿Para tocar,
nada más, algo que,
al ser tocado, cante?
Eslletra escribe estrull escribe esoquesigueahí.
Abril (X)
No ser amado: la
desdicha
Dignificando el amanecer,
eco de pasos, de los
propios pasos
al volver a casa (un absorto blues):
ese que,
desdibujado al fondo
del tiempo, hablaba
de guerra y amor, el
que
entre palabras en la noche entraba
–y eran palabras las
que hacían la noche
y era en la noche
que crecía el mundo–,
ese que ya no puede,
con palabras, abrir
algún espacio en la
noche o el mundo,
se ve volviendo
ahora en la noche, y es
de nuevo la noche,
y es otra.
Como si preguntara
por esta noche otra noche,
volvés,
como quien vuelve de
una noche ya escrita,
ya sin palabras en
esta noche, volvés
como quien sabe que
no vuelve más.
Como si escrito por
lo que escribió, el
que ahora
vuelve
vuelve y repite
“nadie vuelve más”
en otra noche y
volviendo a otra casa:
viejas, perdidas,
queridas, palabras.
Abril (XI)
Hubo otra noche
(otras noches), tus pasos,
la sombra móvil del
cuerpo en los muros.
Pocas pala, escribiste, bras, las imágenes
dejaban paso a lo
que llamabas las cosas
y ellas, las cosas,
se dejaban nombrar
de a trozos, de a
ratos, y después tornaban
a su lenguaje de no
ser más que cosas.
Deseosa bestia de
sentido, golpeás
tu mala conciencia
contra vos: como quien
vuelve de una guerra, escribiste, y no hay guerra
de la que alguien
vuelva, fue entonces fácil
poner juntas seis
letras, guerra, poner
pie en tierra firme,
las cosas
como residuos de lo
que fue el mundo, duraban
como por milagro.
Bello el silencio
de las cosas, golpeás
su duración, cada
una en su pequeño tono, y no basta.
Pero no, gritó el pájaro, es que nada basta:
tus golpes se dicen nada más a sí mismos. Golpeá.
Abril (XVII)
Poesía para con-
mover? Hipó-
crita lector, lo
toma o lo
deja, el destino
ladra en
el horizonte
abandonado.
Eso que ardió en
la pira de
las palabras
no ardió, no
pasó nada,
pero ardió.
Ahora vengan
y digan lo que
corresponda,
ladra el destino en
el horizonte, las
horas y los años
pasan
en ese o en
otro horizonte, y
se van, como
se van yendo
las palabras. Ardió.