Claudio Archubi (Mar del Plata/CABA), La Máquina de las alegorías, Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2016.
Bonitas o del encuentro con la Bondad
Y delante de aquella visión indeleble, y envuelto en la inmensa y suave
bondad difusa de la tierra verde, del cielo clemente y del pálido mar,
involuntariamente uno cae de hinojos y de su boca sale aquella exclamación que
salía de la boca de Ramón Lull, tal como la representan las viejas xilografías:
«¡Oh bondad!» .
(Raimundo Lulio. Francisco F. Billoch, Temas
españoles No 90)
1.
Un día Ella me
condujo hasta la playa y me mostró lo que había por hacer.
–Afuera hay un mundo
–me dijo, –está lleno de nieve. Con tu
aliento debes derretirla.
Yo
no comprendí. Era invierno, pero apenas una fija llovizna desaparecía sobre la
arena deshabitada.
Me
di vuelta y, desde entonces, sólo así pude verla: de rodillas y quieta,
ofreciéndome su espalda.
2.
–Mi cuerpo no importa –decía cada vez
más fría bajo mis dedos. –Toca la
nieve y aprende a atravesarla.
Miré
en derredor, busqué en la llovizna el rastro de la nieve.
Intenté
apartar la arena –nuestra segunda piel, tan áspera–.
Pero
estaba en nuestro aliento.
3.
Me
dije: para encontrar –suelen decir– hay que cerrar los ojos.
Y
pensé en nieve tras la nieve.
Y
sospeché de una tercera nieve y de un camino.
4.
Grandes
acontecimientos picaron mi cuerpo, pusieron su fría espuma y su llovizna,
desplazando lo no crecido.
Yo
insistía.
5.
Años se perdían
bajo mi mano. Livianos, blancos.
Cosas
pequeñas deshechas en lo abierto.
Ella
permaneció ahí, atravesada por el cansancio de haber visto.
¿Veía
en mí la nieve?
6.
Durante
tanto tiempo estuve con los ojos cerrados, adormecido, intentando alcanzarla.
Pero
mi quietud era distinta: se apartaba hacia la Verdad.