lunes, 11 de julio de 2016

Silvina Mercadal



Silvina Mercadal (Córdoba), La cautiva, alucina, Borde Perdido Editora, Córdoba, 2016.























El desierto abierto cerca
visión entera de cautiva
la cautiva alucina 
una tribu errante avanza
el horizonte espejea
su enormidad serpentina
envuelta en tules ambarinos
el desierto callado avanza
rústicas especies contemplan
del vacío maravillas
el águila real, raras maras,
dúctiles ñandúes, arúspices,
gavillas. El suelo tiembla
bajo arrogante potro
envuelto en polvo
porta aguda lanza,
y avanza.













La noche decapitada cae.
En el oscuro esplendor   
llanura de hogueras
arracima agudas lanzas
cabezas humanas
goce del bando
trofeo salvaje.
A veces la tribu mueve
armonías del viento,
silbante luz retorna.
La cabeza
de colibrí cautiva.
La cabeza de culebra
colibrí. 












En el aura nimbada
de la tarde, las bestias
cegadas dormitan  
refinados corceles
de crines ondulantes
celan la cautiva.

A ella trepa
flor del espejo
fría filigrana
capullo mortífero
la retuvo lejos
lejos de totoras
y juncos.













El vértigo de fogatas
envuelve a la tribu.
Los cuerpos brillantes
sueltan de lumbre
sombras agitadas
perseguida luz
crin asombrada 
fuga irisada 
sin esperar, sin temer
desierto ávido
de trote.













La afilada lanza hiende
precisa preciocísima piel
oleaje dulce en esteras
incendiadas. Y vibrantes
visiones despierta.
La serpiente de máscara
negra, potencia del vacío
atraviesa mudable
desierto del viento
incesante.













De furor inalterable
la presa estima su vida
toda presa vale el goce
apetecida, saboreada,
sorbidos los líquidos
hasta el derrumbe.
La lumbre prepara
suave carne, cautiva
de morosa sangre
pueril, amorosa
roja sangre.