viernes, 13 de marzo de 2015

Paula Jiménez España



Paula Jiménez España (CABA), Paisaje alrededor, Bajo la luna, Buenos Aires, 2014.















El Huaico 


                                                         a Macky Corbalán 




Chillan cada mañana
entre las hojas verdes y difusas
del aguaribay. Enredadas en ellas 
nos hacemos testigos del cortejo
del revuelo que acaba con la danza
de esas cotorras volando hacia el vacío.
Más tarde vuelven, o son
otras iguales, interminablemente repetidas
entre las ramas donde se escucha al viento
descender desde el cerro.
Miro los picos bañarse de una luz
limpísima, la misma que al caer al lado nuestro
ilumina el detalle. Miro el agua
correr por su canal y la escucho arrastrando
la multitud de hojas que son gotas
separadas del hielo. Y veo el césped
y sobre él al hombre de sombrero
que trabaja con la cabeza gacha y que sonríe
cuando paso. Veo el camino ir
hacia la altura y volver en el suave desliz,
en la alargada promesa de la sombra
que al fin se desvanece. Los cuises
a los saltos por el pasto, el bramido
del toro que retumba
en la tierra, el zumbar de una abeja
el colibrí incansable suspendido: nada está quieto
acá, ni la maleza, por cuyas hojas
pasan una tras otras las hormigas.
Si miro el suelo veo
la andanza del insecto, el micromundo
organizarse debajo de las moscas
que en círculos recortan el silencio 
aparente de la tarde. Escucho el aire
mezclarse con el agua y el murmullo no cesa
no va hacia ningún lado
siguiendo una corriente que no busca
más que afirmar su ser en la caída. Su forma de no ser,
su pasado de nieve transformado en blandura,
en transparencia. Fuerza sutil, el agua
que tira hacia delante unas truchas pequeñas
llamadas arco iris.
Tan diminutas son que hasta parece
que nunca crecerán
pero la inmensidad que en ellas también es
y las rodea
avanza a su favor. No retrocede
y se hace manso el tiempo al empujar
ligero, imperceptible, en su canción
hasta el final. 








Derrumbe 
Poema 12 


Japón 


La tierra no da más. Los caminos se abren y se tragan
la vida breve. Esto es temblar. La estabilidad perdida.
Porque la tierra no da más, mi amor. El pecho abierto
como un león cazado, los colmillos inútiles, inútil su fiereza.
¿Resistirse? Aunque te aten de pies y de manos, aunque contenga
una pared el viento
se escaparía, de cualquier modo. Entonces, ¿con qué sentido?
¿cómo pedirle a la tierra que obedezca
al destino maleable
de las cosas pequeñas? Y más aún, me pregunto
mirando la luna desde mi cuarto, sola: ¿cómo puedo esperar
una quietud así de mi propio corazón?









Costa marsupial 



¿Por qué no puedo escribir algo que resucite a los muertos?
Patti Smith 




Sobre la arena estábamos. Yo pregunté:
¿cómo deja de latir un corazón?
¿cómo es posible? El sonido del mar
convirtió en muecas
vacías mis palabras. ¿Cómo es posible?,
repetí. No dijo nada.
No conocieron alimento, aire
las criaturas perfectas que nunca develó
delante mío. En medio de la noche, silenciosa
las acopió su corazón secreto.
Yo vi al amor, dije después, se iba tapando
como la luna en noches nubladas por la lluvia.












No hay comentarios:

Publicar un comentario