Foto del Facebook de Alejandro Méndez Casariego. |
De Nombre impropio:
Mickey is back
En el retorno del aprendiz de brujo
suena fantástica la sinfonía
de la indemnización o del poder,
de la palabra ausente en el conjuro.
Nada lo detendrá: la desafiante engañifa reina
y un atareado ejército de escobas
hace agua.
Los viejos magos nos ahogamos
en este mismo río.
La marea se lleva los círculos de tiza
desde los que invocábamos
a los grandes demonios de la tierra y sus amantes,
la danzarina gota que endulzaba las uvas,
la arena seca, el fuego.
Ya nadie espera nada de nosotros,
displicentes abismos nos lavan el color de los ojos
y un burbujeo muerto son todas nuestras frases.
Triste verdín nos corona y corroe.
En la cresta de venideras olas,
en lo alto de su trono usurpado,
él
tararea,
feliz.
La fuente Jota
Oídme. Quizás convenga a mi herida majestad
manifestarse otra vez como La Zarza Ardiente.
Es sólo una idea. Sabed, no obstante,
que las ideas del dios son piedras
y camiones con gentes;
son calcinadas víctimas
en los televisores del Recinto.
Amados hijos, hoy toda opción es mía.
Éste es el Monte; esperen ahí abajo y vamos viendo qué surge.
–¡Oh Señor! Dios misericordioso y vengativo,
cuyas sendas ocultas no vislumbro,
cuyas hondas razones se me escapan.
¿Qué es todo este despliegue,
estos arcángeles y querubines,
la columna de fuego vitrificando
el corazón del pueblo?–
Debo exhibir quizás mayor seguridad,
dictar los mandamientos con una voz tonante:
"No harás..." "No desearás..."
y cada borrador sería un profeta menos.
En mi infinita misericordia omnisapiente
quizás debiera posponer la llegada del hijo,
quizás debiera tirar el agua con el bebé adentro,
quizás busque emplearme en resucitaciones colectivas
–ya que hay ahora tanto muerto disponible–
o quizás deba tentarme con la fama y así emprender
una carrera artística seduciendo mujeres
como lo haría cualquier dios griego del montón
para engendrar una nueva raza de héroes
sin prejuicios humanos: bellos, crueles.
El Templo se desploma sobre los inocentes.
¿Qué fue lo que falló?
¿A esto había que llegar?, pregunto.
¿No podían hacer, sencillamente, lo que estaba escrito?
Y me aconsejan deponer actitud, negociar,
no derramar mi ira sobre los gentiles
y traer de paz un nuevo milenio al mundo.
Me ofrecen, inclusive, los derechos
de una peli con un par de secuelas.
Jehová Vuelve.
El Nombre ha sido
debidamente
registrado.
De Tránsito:
Micrófono abierto II
A Inés Manzano
Derrama, madre, tu luz sobre nosotros
pues hemos olvidado
tus palabras,
como semillas que no prosperarán.
¿De qué estabas hablando?
Nunca supimos que nos calcinarías
con nuestro propio fuego:
vinimos para oírte
y la ponzoña de los días
confunde tu voz con hachas,
con hechizos.
Ya no sonrías: amar
te facilita asesinarnos.
Te ofrendamos
mínimas excrecencias sordas,
ingenuos modos de persistir en ti.
Regrésanos mañana
a las vitrinas polvorientas
del olvido,
distribuye al azar
nuestros retratos por las calles,
preguntando:
"¿Ha visto usted este rostro?"
El que no sabe adónde va
Fugan sus horas en primarios segundos
sentado solo al fondo del espejo
lleva paquetes sin valor, vaciados
en regueros que los bichos voraces adivinan.
Destinatario ausente finje no escuchar la voz que clama,
la voz que desde lo profundo carraspea bronca.
Calles deshabitadas,
inundaciones como espasmos las ahogan.
Su reloj se detuvo, neblinas invasoras
establecer impiden prioridad, cronologías.
¿Qué vaticinarán clarividentes, brujos?
El panorama es desalentador, se enseñorea el frío,
la negada paternidad de este presente.
¿Y qué debiera preguntar?
El fin del viaje se aproxima: la ciudad ideal, iluminada.
El libro donde no encontrará esta frase:
“no te enamores nunca”.
Los otros le rehuyen la mirada directa
o el contagio, el mal omnipresente y expansivo.
Nadie lo espera, nadie lo ha enviado
y una canción, una tonada, la melodía ciega
que no consigue abandonar, que nada lava,
ronda, vuelve, brinca, retorna:
Al que no sabe adónde va
cualquier colectivo lo deja
bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario