viernes, 4 de agosto de 2017

Graciela Cros



Graciela Cros (Buenos Aires/Río Negro), Pampa de Huenuleo, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2017.






















Pampa de Huenuleo

¿Hay sol ahí en Pampa de Huenuleo?
¿Hay sol ahí en Pampa de Huenuleo
o sólo hay frío, hielo y muerte?
¿Hay sol ahí
o hay mujeres arrojadas al descampado,
asesinadas, violadas, comidas por los perros?
Desaparecen mujeres
cerca de uno.
En Arrayanes, Frutillar, Malvinas,
San Francisco, Omega, Pilar,
en Nahuel Hue, Mutisias,
El Maitén,
en los barrios,
diagnostican.
¿Y más allá de Pampa de Huenuleo,
en Jacobacci, Lipetrén, La Lipela,
en Mamuel Choique, Pichi Leufu, Comallo,
en Cuesta del Ternero, Somuncura,
Ñorquinco?
¿Más allá de Pampa de Huenuleo,
en la Línea Sur,
también
diagnostican?
¿En Maquinchao, El Foyel, Los Repollos,
Blancura Centro, Los Menucos,
lejos de Pampa de Huenuleo,
diagnostican?
Y desaparecen,
desaparecen cerca de uno.
¿Los niños
que también desaparecen
duermen
en panteones del cementerio?
¿En garitas oscuras?
¿Ahí sueñan?
¿Ahí hay que buscarlos
vivos o muertos?
¿Hay sol en Pampa de Huenuleo
o sólo hay panteones,
garitas, frío, hielo y muerte?
¿Hay sol
o hay panteones para dormir
morir en el cementerio?
Micaela, Natalia, Ruth,
mujeres madres de Agustín,
Braian, Matías, Gilda, David, Lucía,
hijas de Ramón, Carmen, José, Teresa.
Hijos que ya no verán crecer.
Padres que ya no verán morir.
¿Hay sol ahí donde están
en el descampado?
Desaparecen cerca de uno.
¿Pueden desaparecer tantas mujeres cerca de uno?
¿Con el cuerpo molido a patadas,
ahorcadas y colgadas de una soga,
quemadas en el fuego de un incendio,
heridas de bala o arma blanca,
violadas, violentadas,
solas en Pampa de Huenuleo?
Oyarzo, Painefil, Muñoz, Bastidas,
Sepúlveda, Gatica, Cheuquepán,
Meliñanco,  Huenchul,
¿ustedes también desaparecen cerca de uno?
¿Bajo el sol en Pampa de Huenuleo?
¿O bajo el frío, hielo y muerte en Pampa de Huenuleo?

A modo de diagnóstico del estado de la ciudad las autoridades hablan de violencia familiar, desprotección infantil, desempleo, subalimentación de las madres, embarazos adolescentes, chicos solos en sus hogares. Insisten hay violencia de género, falta de trabajo, ancianos solos; faltan servicios básicos, agua potable, cloacas, gas. Reiteran: violaciones en el seno familiar, abuso infantil, maltrato y muerte de mujeres y menores por golpes; niños y adultos mayores durmiendo en panteones del cementerio. Así se suman al diagnóstico, al diagnóstico del organismo, al diagnóstico del organismo en el marco del proceso, al diagnóstico del organismo en el marco del proceso de elaboración, al diagnóstico del organismo en el marco del proceso de elaboración del plan estratégico, al diagnóstico del organismo en el marco del proceso de elaboración del plan estratégico para el crecimiento, al diagnóstico del organismo en el marco del proceso de elaboración del plan estratégico para el crecimiento de la ciudad. Finalizan diciendo: No queremos crear falsas expectativas.

Bajo el sol desaparecen en Pampa de Huenuleo.
Bajo el frío, el hielo de la muerte
desaparecen
en Pampa de Huenuleo.












La casa

Si la casa estuviera plantada
donde estaba,
si bajo los escombros,
en los cuartos,
los muebles,
hubiera señales familiares,
las huellas de su paso,
del andar que tenía
entre esas paredes
ella
¿respiraría mejor?

¿Sus ojos serían mansos,
bondadosos,
para ver
lo que no hay de aquello
y lo que hay ahora?
¿Para ver
y aceptar
lo que dejó de ser?

Si la casa abriera sus ventanas
a pesar del derrumbe
para que ella viera bajo otra luz
aquello que hubo antes
y luego dejó de estar,
de ser,
la paz,
por fin,
¿vendría?












Morgue Fiorito
En el patio de la Morgue Fiorito
un niño enfermero
pone ante mí
el cuerpo de mi madre.
Antes subo a un avión pensando que está viva.
Que su fuerza va a sacarla del trance
y no tendré que enfrentar 1600 kilómetros después
la contundencia de su muerte.
Rezo el Padre nuestro, el Credo, el Ave María,
todo lo que recuerdo del catecismo infantil
brota espontáneamente de mi boca.
Pienso en prometer cosas
que impliquen sacrificio
y nada se me ocurre.
Me bloquea
el pánico a su muerte.
Después
en el patio de la Morgue Fiorito
un niño enfermero
pone ante mí
el cuerpo de mi madre.
Antes, afuera, en la vereda,
hay mugre, hay palomas,
hay cosas vivas
y papeles que vuelan.
Hace calor y el niño enfermero
obligado a tramitar partidas
se ocupa de nosotras.
Es un niño de finales,
descensos.
Un niño funerario
que cumple su tarea.
La ubica frente a mí
y pide en voz baja que yo la reconozca.
Este niño demanda
justo
aquello
que no quiero admitir.
¿Por qué es un niño
quien la traslada
de un interior oscuro a un patio carcelario?
¿Por qué es un niño y no un verdugo?
¿Es una morgue el patio carcelario
o es una prisión?
Ella está ahí, la veo, entregada,
y yo la reconozco,
inclino mi cabeza, asiento,
digo
sí, es ella, es mi madre.
Pero sé que no lo es.
Ella no está ahí,
ella se ha ido a otra parte.
El niño enfermero
ha hecho su trabajo con cuidado.
Ha alzado la cabeza de la cama
y el resultado es teatral.
El niño funerario
la ofrece al ojo que la observa
y ese ojo es el mío.
Hay un silencio
de austera majestad en el trono de muerte.
Al verla surge en mí el impulso
de caer de rodillas, implorar, despertar
y huir de esa pesadilla,
rogar a cielos, dioses, santos,
un poco de consuelo en el desgarro.
Alrededor
no hay sala ni salón ni oficina
ni siquiera pasillo o tinglado.
Hay un patio cuadrado,
gris, un patio al aire libre,
carcelario,
y aire que por unos segundos
la despeina.
¿Por qué está ahí y no
a bordo de un navío de plata
con sus velas hinchadas por el viento?
Esa quieta, ahí, esa ausente,
con su boca apenas entreabierta,
dormida, emperatriz, emperadora,
reina y señora, ama ilustrísima, amada,
la cabeza inclinada
para no ver a quien la mira
en su lecho mortaja,
presa de su pudor,
esa quieta, ahí,
esa es mi madre,
es ella,
ella entera en su muerte,
indiferente y lejos.
Volvamos a la escena.
Un dolor en el brazo la despierta.
Las 4, 5, 6 de la mañana,
tal vez antes,
adentro,
bien adentro
de la madrugada.
Duele también el paladar.
Llaman al médico.
Llega una ambulancia.
Dos la examinan y recomiendan
urgente internación.
Infarto, infarto, hablan de infarto, infarto.
Por venir, precipitándose
o ya en acto.
Infarto, la alzan
y se la llevan velozmente.
Ella pregunta
adónde voy,
insiste, dónde me llevan.
Una fuerza me tira
contra el piso y me hunde
en el presente.
Asisto al trabajo del final.
Soy testigo de cargo.
En el patio de la Morgue Fiorito
un niño enfermero
me saluda,
sale de escena
y la lleva con él
a pasos lentos,
al fondo del recinto,
al lugar más seguro de la muerte.













Después de la ceniza

Respiro y
alguien anota
que
no estás
aunque el humo del vecino
irrumpa en las lavandas del jardín
y la mañana sea un arco de luz
en la presencia muda de lo que falta y habla.

Lo que falta y habla de su no estar
se hace visible
en el arco de luz de la mañana.

El sol se amplía
y en la fragante hora del jardín
vuelve a poner las cosas en su sitio.

Mientras tanto
alguien anota que no estás.

No estás
aunque el vecino hable de la ceniza
y la marcada falta de turistas.

No estás y alguien anota
tu no estar.

Por ahora es humo del vecino,
lavanda, gramilla, diente de león,
fragancia, contundencia del aire,
ausencia que se vuelve instancia en las bandurrias,
los teros, el zorzal que alborota en la boca del riego.

Después de la ceniza,
respiro y
no estás.


































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