Irma Cuña (Neuquén, 1932-2044), Pasajera del viento. Antología poética, selección y prólogo de Irene Gruss, Fondo de Cultura Económica, 2013.
De El riesgo y el olvido (1962)
III
No podrás dos veces retomar el sueño.
Cuídate de su agua.
Una vez cae el corazón entre los muertos
con la pesadez grave de los espacios:
sólo una vez naces así
sin rosa
sin pez
sin fruto.
Todos los días del hambre se suceden después inexorables.
Tú no creerás que has partido
hasta apretar el viento entre los dedos,
y yo me desespero por decirte que huyas río arriba
con tu única siembra.
Ahora.
Nunca después remontarás las fuentes.
Y te crecerán alas invisibles
en la región del alma donde no hay aire,
y una aleta triangular buscará el filo inútil de las olas,
y un dedal de acero guardará la espina de las primaveras
cuando el sol salga por occidente.
Nada retorna.
Tú dormías
y pasaban los coros de la ofrenda.
Más te valiera dormir ahora.
(En el andén rectangular se despiden parejas y se besan.
En el muelle respiran los viajeros.
Una playa redonda
se recuesta a dormir bajo la arena.
Alto, sonríe el bosque visionario.)
Tú estás en la marea enloquecida de algas.
Nada vuelve.
De El extraño (1977)
El extraño
A mis dos hijas, Susana y Nora
Partimos
a olvidar
nuestro dedo de sombra en el desierto.
¡Tanto andar por el aire
para tocar la interminable arena!
NO INAUGURO los pozos ni la arena.
Rama contra el muro,
golpeteo el invierno.
Sacudo mis señales
como la llovizna nocturna,
como un telégrafo sin sueño,
como el hombre del mar,
como una carcajada en el eco.
Olvídame,
sumérgeme.
No hay superficie tolerable.
La piel es un pez de plata
que se inmoviliza en el ojo,
una llamarada cenicienta sobre el filo del aire.
El corazón perdido entre las hojas.
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